Wednesday, June 27, 2012

Cuatro grandes narradores



Emmanuel Carballo

1. REVUELTAS, CUENTISTA
José Revueltas publicó dos grandes libros de cuentos que figuran entre los más significativos de la narrativa mexicana de cortas dimensiones: Dios en la tierra (1944) y Dormir en tierra (1960). En este último, que reúne ocho textos, unos escritos en la década de los cuarenta y otros en la de los cincuenta, se mueve en ellos con aterradora destreza de narrador y poeta.
Dormir en tierra, como toda su literatura, es un libro gozoso y dolorosamente terrenal, implacablemente materialista. En él la vida se reduce a “los días terrenales”. Dios ha caído a la tierra y lo han devorado los hombres. De allí arranca, creo, el carácter sagrado que la vida y el hombre tienen en su obra. Supongo al igual que Roger Caillois que lo sagrado suscita en el adulto los mismos sentimientos que el fuego en el niño: “el mismo temor de quemarse, el mismo afán de encenderlo; idéntica emoción ante lo prohibido, igual creencia de que su conquista trae consigo fuerza y prestigio, o herida y muerte en caso de derrota. Y así como el fuego produce a la vez el bien y el mal, lo sagrado desarrolla una acción fasta o nefasta y recibe los calificativos opuestos de puro e impuro, de santo y sacrílego, que definen con sus límites propios las fronteras mismas de la extensión del mundo religioso”.
Los personajes de Revueltas quieren vivir, pero temen que los incendie la vida, que los torne ceniza. Su destino, sin embargo, es el de arder. Pienso en la amante del contramaestre Galindo, el protagonista efectivo de “Dormir en tierra”. Allí se lee: “era hermosa como un relámpago y amaba como si matara, como una criminal que ya no tiene nada en el mundo sino ese amor, suyo hasta el exterminio y la ceniza”. Y más adelante: “ella estaba hecha para amar con esa inclemencia de náufrago, con esa lumbre sin límites, con esa voracidad invasora”. Temen a la felicidad de los instintos, felicidad que identifican con lo prohibido. Cuando la alcanzan se sienten fuertes, superiores, dignos de seguir viviendo; cuando fracasan en este intento se resignan a morir o a que los maten. Lo sagrado (la vida, la aceptación del propio ser) es un mundo de energías; lo profano (la no vida, la enajenación del ser), un mundo de sustancias. Quieren vivir en el mundo de las fuerzas y no en el mundo de las cosas. Aspiran a lo sagrado e intentan no profanar su cuerpo ni la vida que les tocó en suerte vivir.
Los personajes de Revueltas no se distinguen precisamente por la inteligencia: son torpes, anormales o pervertidos. No responden, en otras palabras, a los dictados de lo que comúnmente se entiende por razón: viven en un mundo primitivo gobernado por la magia. Frutos del determinismo, aceptan desde una postura estoica la responsabilidad individual.
Revueltas cree, al igual que Faulkner, que un personaje se muestra con absoluta claridad en una situación sexual extrema. He aquí cómo se manifiestan, en este sentido, sus criaturas: adolescentes que terminarán en ninfómanas; criminales y frustradas de índole sexual; ardorosas mujeres que enloquecen de amor o sucumben a causa de esa misma pasión; niñas en las cuales el ímpetu sexual se manifiesta mediante perversidades que tienen que ver con el espíritu y niñas que al tener conciencia del sexo, al que consideran pernicioso, se suicidan; anormales que añaden al apetito de la carne los placeres del alcohol; prostitutas y chulos; amantes que viven únicamente para recordar la infamia de que fueron víctimas.
Los cuentos, realistas en apariencia, trascienden la vida común y corriente; parten de la realidad próxima y se remontan a la realidad última. Como Faulkner, Revueltas logra superar la realidad de escritores costumbristas y naturalistas mediante metáforas en las que mezcla lo concreto y lo abstracto. Estos elementos, al juntarse, estallan: identifican el plano humano y el plano cósmico.
Decir a estas alturas que los cuentos de Revueltas son más de atmósfera que de anécdota, de introspección más que de acción constituye una obviedad. Las historias que cuenta en ellos son infinitamente pequeñas: se pueden resumir en unas cuantas frases. A Revueltas le interesa calar en las profundidades del hombre. Para cumplir este propósito emplea el punto de vista omnisciente, pero cuidándose de que el lector sospeche que lo sabe todo. La simultaneidad de incidentes que confluyen para iluminar ciertos hechos de la vida de un personaje, los bruscos cambios en el espacio y el tiempo, el oscuro simbolismo con que carga actos e imágenes, el misterio con que diluye la realidad próxima y el misterio implícito en la realidad última, todo ello da a sus textos profundidad, verosimilitud: los vuelve inconfundibles, dignos de lectura y dolorosa relectura. (1962)

2. TEXTOS MUY BIEN ACABADOS
Años pasados, en una de nuestras frecuentes conversaciones, incité al escritor chileno Manuel Rojas a trazar su autorretrato como escritor. Transcribo algunas de sus palabras con rigurosa fidelidad:
Yo soy un hombre de escasa preparación, de escasa escuela. Nunca fui a la universidad, ni siquiera cursé la instrucción secundaria. Creo que lo dado de mí es natural en mí. Poseo la capacidad para ser escritor y dicen que soy un escritor de raza. La verdad es que, entre todo, lo que más me gusta es escribir. Lo hago con agrado. Gozo cuando se me presentan dificultades. Me detengo, espero, no me apresuro, no me pongo rabioso ni me dan ataques de apoplejía como al pobre Flaubert. Escribo con cierta facilidad. Luego corrijo y vuelvo a corregir hasta que estoy conforme, satisfecho. Si hubiera sido ebanista, habría fabricado algunos muebles muy bien acabados. Fui escritor y he procurado escribir en esa forma. Un amigo mío tras oírme hablar de mi propia obra comentó: “Es como escuchar a un carpintero. Hablas de tus libros como si fueran muebles: en forma sencilla, sin vanagloriarte de conocer los estilos, las maderas, las talladuras”. Soy una especie de obrero que escribe libros porque para ello tiene facultades. Y eso me gusta. (1963)
3. MUNDO FASCINANTE Y PELIGROSO
Elena Garro publica en 1964 su libro de cuentos La semana de colores. Sus cuentos pertenecen a la corriente del realismo mágico y nada tienen que ver con las narraciones cortas que por esos años se escribían en México.
Por el tema y la técnica este libro se puede dividir en dos mitades. La primera integrada por cinco cuentos en los cuales los personajes son niños y que, de un modo o de otro, tienen que ver con la autobiografía. La segunda la componen seis textos que presentan personajes adultos y cuentan historias cuyos problemas sólo afectan a personas mayores. En una y otra mitades están presentes las mismas características: la realidad cede sitio a la magia, o por lo menos la comparte; la única finalidad de la vida es ser más vida: es decir, a los personajes sólo les interesa realizarse dentro de sí mismos, desatendiéndose por lo tanto del destino de su colectividad; lo soñado es más real que lo vivido; el pretérito condiciona el presente y anuncia cómo será el porvenir: todo está predeterminado de antemano y nadie puede escapar a su destino; la vida oscila entre el movimiento y la quietud, entre el luchar y el conformarse, y en todos los casos puede más el Nirvana que el cielo de Cristo, la abstención que el empecinamiento; se conoce mejor y más a fondo por medio de los sentidos que de la inteligencia; nadie puede comunicarse con nadie a no ser que las dos personas vivan la “misma hora” y el “mismo día” y sus vidas por un oculto designio coincidan durante más o menos cierto tiempo; como visión del mundo el idealismo siempre será preferible al materialismo.
Los once cuentos coinciden en varios puntos: los personajes de unos y otros desprecian la razón, la lógica, aceptan como única guía posible la imaginación y viven presos en un mundo fascinante y peligroso hecho de supersticiones, consejas y mitos. Unos y otros cuentos están escritos en un estilo coloquial que en algo se parece a la manera con que narran sus historias las viejas sirvientas de las casas acomodadas y los viejos campesinos de las pequeñas aldeas. (1964)

4. EL TUMULTO DE SU ALMA
Al referirse a Ernesto Sábato algún crítico lo aproxima a otros dos narradores argentinos: José Bianco y Manuel Mujica Lainez. Afirma que los tres se han volcado violentamente en sus obras hacia su propia interioridad. Y es cierto, todo escritor que se respeta tarde o temprano termina por asomarse a su yo más profundo. Y, también, practica la operación contraria: se abre al mundo y a los problemas de sus semejantes. La caracterización de Sábato y sus compañeros de equipo de tan genérica resulta superficial.
Sábato al igual que Bianco nace en 1911: Mujica Lainez es de 1910. Por edad pertenecen al mismo equipo; por propósitos realizados o fallidos a mundos distintos y distantes. Mujica busca a su manera, proustianamente, una edad perdida, la de una Argentina más refinada, culta y oligárquica. Su obra es la respuesta de una clase, la clase alta, ante los esfuerzos del peronismo por repartir más equitativamente la riqueza entre los argentinos. Bianco también es nostálgico, pero a su modo. En su obra breve y hermosa no se advierte la nostalgia de una clase desplazada por otra, ni tampoco la terca añoranza de un pasado más digno que el presente, se habla tan sólo de un mundo íntimo en el que se rememoran los goces del amor, los sentidos y una juventud cada vez más lejana.
Enigma, curiosidad, lucha permanente entre contrarios (la razón y la locura, lo objetivo y lo subjetivo, para poner dos ejemplos) son palabras que ayudan a comprender a Sábato como hombre y como escritor.
Estudioso de las ciencias físico-matemáticas (llegó incluso a doctorarse), un buen día, en París, descubre que su vocación más auténtica son las letras. Desde entonces, e incluso antes, se siente disputado por dos fuerzas encontradas: la que lo arrastra hacia un abismo oscuro y la que intenta rescatarlo mediante los poderes del orden y la luz. Así, de la atracción por el surrealismo pasa con el tiempo a una concepción del mundo realista. Así también abandona, en determinado momento, una prestigiosa militancia en el Partido Comunista Argentino y sienta plaza como francotirador que a veces dispara a favor de la lógica y otras a favor del absurdo. Oscilaciones y contradicciones que le han ganado más detractores que simpatizantes.
El propio Sábato, en El escritor y sus fantasmas, explica su actitud: Se me ataca “porque sostengo que el escritor tiene un solo compromiso, el de la verdad total… Alternativamente me atacan desde uno y otro lado por mis actitudes políticas y hasta por la literatura que escribo. Y de ese modo soy considerado como comunista por los reaccionarios y reaccionario por los comunistas. No es una situación confortable ni provechosa. Los comunistas me califican de contradictorio, de pequeñoburgués vacilante, cuando no de individuo que con una literatura irracionalista sirvo, como ellos dicen en su jerga, a los intereses de la reacción… Los reaccionarios, por su lado, que al parecer deberían estar alegres de esos calificativos, me acusan de bolchevique porque estoy por la justicia social y por la liberación de los pueblos miserables. En suma, no encajo ni en un esquema ni en el opuesto”.
Sábato reconoce que es una persona llena de contradicciones y dudas, y cree que ello se debe a que es un novelista y no un pensador ni un sociólogo. “Los filósofos —agrega—, los pensadores tienen la obligación de sostener un sistema coherente de ideas, un esquema unívoco y claro. El novelista, en cambio, expresa en sus ficciones todos sus desgarramientos interiores, la suma de todas sus ambigüedades y contradicciones espirituales”.
El “tumulto de su alma” sólo ha encontrado salida en tres ocasiones, en tres novelas: El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1962) y Abaddón el exterminador(1974). De la primera a la segunda median catorce años, y entre ésta y la última, doce. El porqué de la distancia entre cada una de las novelas encuentra sentido en palabras de Sábato: “No puedo sino escribir sobre las grandes crisis que atravesamos en nuestra existencia, esas encrucijadas en que nuestro ser parece hacer un balance total, en que reajustamos nuestra visión del mundo, el sentido de la existencia en general. Esos periodos son pocos, muy pocos: el fin de la adolescencia, el fin de la juventud, el fin de la vida”. Vistas desde este ángulo, El túnel aborda la crisis de la adolescencia, Sobre héroes y tumbas la de la juventud yAbaddón la de la madurez absoluta, antesala de la muerte.
De la primera a la más reciente, las novelas de Sábato calan en ciertos temas clave, obsesionantes a lo largo de su vida: la soledad, la incomunicación, la lucidez, la locura, la ceguera, el amor (más como imposibilidad de posesión absoluta del otro ser que como deseo compartido y prolongado), el crimen, el suicidio y la muerte natural, la búsqueda de lo absoluto, lo irracional, lo sobrenatural, el sentido de la vida y las preocupaciones básicas y diarias: la del hombre que vive entre los hombres, en un mundo hostil y sin sentido, y que lucha por sobrevivir sin importarle si los medios que emplea son justos o ilícitos.
Toda esta temática, esta problemática, está teñida por una visión melancólica de la realidad. Aquí, en este punto, encuentro similitud con sus compañeros de equipo, Mujica y Bianco. Pero la añoranza de Sábato va más lejos, es ontológica y a veces metafísica. No se interesa únicamente por una clase social o un grupo de hombres exquisitos, se angustia por el hombre en abstracto, al margen de nacionalidad, clase social, talento y oficio, por el hombre que está aquí y ahora y que es, en términos sartreanos, una pasión inútil. La visión del hombre y del mundo aproximan a Sábato al existencialismo francés, al de Sartre. Por cierto, una de las heroínas de El túnel, María, lee a este autor y asimila sus ideas.
El túnel es una novela de breves dimensiones (sobre todo si se le compara con las otras del mismo autor) en que se mueven arrebatos que rápidamente conducen al crimen y la locura, la que de inmediato establece sus propias leyes. Así los personajes, y sobre todo el protagonista, rechazan primero la realidad externa y después se pierden en un túnel sin principio ni fin. Narrada en primera persona y por un pintor delirante, la mecánica de la novela es artísticamente impecable: el peso de la realidad enloquece a Castel, y éste al mirar y juzgar el mundo en que vive lo hace con la cabeza y el corazón de un loco. De esta manera enloquece la realidad y vuelve cuerdo su angustiado mundo subjetivo. Al terminar el libro el lector no distingue la razón de la locura.
Sobre héroes y tumbas técnica y estilísticamente deja muy atrás la obra anterior. Es una novela y algo más, mucho más, que una novela. Rompe con las normas imprecisas del género e inventa nuevos procedimientos estructurales para contar, con el pretexto de una novela de amor (como en El túnel), una anécdota que a su vez se fragmenta en numerosas anécdotas, tantas como personajes significativos aparecen en estas páginas. Desde cierta perspectiva parece un gran mural de la Argentina y los argentinos, de sus problemas, frustraciones y esperanzas. Pero simbólicamente el país crece hasta convertirse en el mundo; y el hombre argentino, visto en sus puntos esenciales, cede su sitio al hombre de nuestro tiempo. La clave de la novela se halla en el inquietante y metafórico “Informe de ciegos” que contiene algunas de las páginas más deslumbrantes y verdaderas escritas en español a lo largo del siglo XX.
Abaddón el exterminador es, hasta ahora, la culminación de la obra de Sábato, su testamento como hombre y artista. Creo, también, que será su última novela. ¿Qué podría escribir, me pregunto, después de esta novela en que resume la vida entera de un hombre, él mismo, y del mundo en que le tocó vivir? Si pudiera, la única novela válida sería aquélla en que relatara, en vivo, su propia muerte.
Aquí Sábato una vez más, y con mayor perfección, retoma sus temas preferidos, convive con algunos de los personajes de sus obras anteriores e insiste en sus obsesiones fundamentales. Insiste, también, en que no hay respuestas a las preguntas en que ha venido insistiendo de 1948 a 1974.
La estructura es sorprendente ya que rompe con las leyes que él mismo había inventado en las dos obras precedentes. Se puede decir que es una novela, existen argumentos para probarlo, pero asimismo se puede decir que es algo diferente, sin etiqueta por el momento, que unifica en un todo homogéneo prosa narrativa y ensayo, autobiografía y memorias, arte y ciencia, moral y política, juicios y profecías. Y unido todo por un artista, un gran artista que se avergüenza de su propia sabiduría. (1974)

De la Revista de la Universidad de México, Mayo/2012
Fotos: José Revueltas, Manuel Rojas, Elena Garro, Ernesto Sábato




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