Wednesday, April 3, 2013

David Alfaro Siqueiros. Un Verdadero Rebelde en Arte


Por Jean Charlot (con Anita Brenner)

Cuando volvió Siqueiros de Europa, hace unos cuatro años, me refiere un amigo que lo recibió, que en la estación lo esperaba todo un gentío de amistades y curiosos, impresionados del primero y único número de la revista que había publicado este joven en España. Pues ahí aparecieron noticias del día, acogidas en el momento de nacer. Se supo en esta revista que los médicos ya se retrataban con accesorias de costureras y manequíes, que era de gusto excelente representar objetos y seres en forma de picadillo, y que eran muy apreciadas, por razones estéticas, las fotografías de los skyscrapers y las cuentas de compañías petroleras.
Mas sus desilusionados amigos se fueron enfrentando con un joven sencillo y discreto, que traía un portafolio lleno de reproducciones del arte italiano y griego, y que les aseguró, sonriendo, que el futurismo ya era una cosa bien cursi. Habiéndonos salido por su conducto de las rutas tradicionales, existía ya la libertad de escoger, sin gesto teatral o bohemio. Puso el colmo a su descrédito exhibiendo en la academia de San Carlos un dibujo ni siquiera cubista, de algunos centímetros cuadrados de tamaño, y mostrando a sus íntimos una pequeña tela que, él mismo aseguraba, era una montaña, y añadiendo que mucho le gustaba porque parecía un pedazo de hígado.
Impresionado fuertemente de la plástica original del arte mexicano, encontrado tanto en los museos como en la vida diaria, tuvo la sabiduría de olvidar las nociones adquiridas en Europa, y sobre su gran cultura y una conciencia fuerte y madura que poco a poco se venía edificando, construyó su obra. Se encerró en un silencio, que ni los más obstinados periodistas o aficionados pudieron romper. Pintó poco y vivió mucho, mezclándose íntimamente en la vida común de los más humildes de sus compañeros, y nunca llevó librito de apuntes en la bolsa. Rompió piñatas, gritó en manifestaciones, escandalizó, echó pistoletazos al aire, se arrodilló en las iglesias. Y en las paredes de su cuarto no colgó sino fotografías.
Este viaje largo, fue viaje redondo, y lo devolvió a la pintura. Encontró la cosa de que tantos se habían olvidado, la utilidad y la finalidad del arte, pues en un país donde se lee poco, como en México, la pintura conserva su antigua función de propagar ideas, cuya función la hizo nacer y perdurar por el curso de los siglos. Pensó que una pintura, como una frase, era buena si expresaba clara y sobriamente una idea. Y como Siqueiros tenía ideas que expresar, se puso a pintar, sin ninguna preocupación falsa, poniendo su habilidad de pintor al servicio de los constructores del orden nuevo, con la misma franqueza que por la destrucción del orden antiguo había ofrecido su puño de soldado.
Escogió como medio fuerte, "El Machete," en cuyo periódico aparecieron dibujos y grabados de él, impregnados de rebeldía espiritual y de sinceridad plástica. Habiendo conocido a Picasso y tenido devoción por Massaccio, y pudiendo discurrir sabiamente acerca de las diferentes técnicas de los europeos antiguos, supo "renacer," en toda la aceptación del término. Para desarrollarse dentro de la tradición mexicana de pintura mural, escogió la escalera más chica de la Escuela Nacional Preparatoria, por la cual pocos pasan, por miedo de tropezar en la obscuridad, y ahí vieron, la poca luz que hay, las primeras indicaciones de un arte nuevo, colectivo, mexicano, ligado en significación con la obra nacional de los antiguos americanos. Y estas indicaciones las estilizó, en colaboración con Amado de la Cueva, en las paredes del salón de actos de la Universidad de Guadalajara. Maquinarias y tornillos, el martillo y la hoz, símbolos no políticos, sino sociales, y aceptados primeramente en el alma del pintor, como verdades ineludibles.
Ha seguido otro silencio, durante el cual corrieron rumores de que Siqueiros trabajaba de minero y repite su actuación de vivir primero, de pintar después. En cuanto al valor de su pintura, ¿por qué hacer de ella elogios técnicos? Estos se hacen cuando no hay cosa más grande en la pintura que llame la atención. Sus ejemplos y sus conclusiones tienen razón, pues son nacidos de su raza, y por eso tienen la más grande belleza de la emoción. Es pintura bella de seria simplicidad, bella de humildad voluntaria, fuerte de la sana disciplina que se impuso el pintor que quiso ser hombre antes que ser hombre ilustre.
Noviembre de 1926.

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De la Revista FORMA

Imagen: Estudio de cabeza/David Alfaro Siqueiros

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