Sunday, July 14, 2013

La loca de Amherst



Por Paola Kaufmann
Una palabra muere
cuando es dicha,
dicen.
Yo digo
que recién empieza a vivir
ese día. 

Emily Dickinson
   
   En el siglo XIX vivió en Nueva Inglaterra una mujer a la que llamaban "el mito". La Poeta Reclusa le decían, y también la Monja de Amherst, la Mujer de Blanco, la Bella de Amherst: Emily Dickinson. Una mujer que escribió, en el dorso de una receta de cocina, que Amherst, su pueblo, era "la definición de Dios", y que sin embargo, en medio del más puritano de los entornos, jamás abrazó la religión.
   Contemporánea de Walt Whitman, de Edgar Alan Poe, de Nathaniel Hawthorn, de Mark Twain, fue considerada una de las grandes poetas americanas recién a cuatro años de su muerte, con la publicación del primer tomo de "Poemas" en 1890. Algunos de sus biógrafos la describen como un ser solitario, casi enfermizo: una mujer-niña extremadamente tímida, frágil y etérea, encerrada en su cuarto, escribiendo febrilmente día y noche, ajena al mundo y a todo lo que no fuera la Literatura. Otros, en cambio, como una mujer rebelde y excéntrica, con un extraordinario sentido del humor, alguien que fue fabricando voluntariamente su imagen y moldeando un destino de fama a sabiendas de que, en vida, ese destino sería imposible de alcanzar, entre otras cosas, por ser mujer. Hay quienes aseguran que todo, su poesía y su reclusión, fue el fruto de un amor imposible hacia un hombre casado. En realidad, de varios amores imposibles hacia varios hombres casados. Hay quienes dicen que sostuvo durante toda su vida una relación lesbiana con Sue Gilbert Huntington, posteriormente Sue Dickinson, su amiga más querida, su vecina de siempre, y por añadidura, su cuñada. Hay quienes dicen que su arte no era genuino, sino más bien una capacidad magistral para copiar lo ajeno y transformarlo en algo completamente distinto. Hay quienes opinan que de esto se trata, en definitiva, la literatura, y que Shakespeare hizo mas o menos lo mismo. Pese a las innúmeras opiniones e interpretaciones literarias y psicológicas, su vida fue y sigue siendo una suerte de emboscada para los curiosos de las biografías, y de enigma perpetuo para los críticos de su obra.
La vida en cuestión de Emily Dickinson puede resumirse muy brevemente: nació en Amherst, Massachusset, el 10 de Diciembre de 1830. Tuvo dos hermanos, Austin, un año mayor, y Lavinia Dickinson, tres años menor que ella; un padre autoritario cuyo interés primordial era la educación, y una madre que siempre estuvo presente, si bien no fue una figura preponderante para ninguno de los hermanos. Fue una adolescente normal, que participaba de las fiestas y los bailes, de las caminatas y paseos a caballo y de las amistades del colegio. A los 17 años supo, según sus propias palabras, que nunca se transformaría en "la bella de Amherst", que su "cara de gitana, de labios anchos y ojos oscuros" no cambiaría a las facciones suaves y elegantes que había soñado para sí, y desde entonces, dejó de preocuparse por su apariencia. Enamorada de las hermanas Bronte, se identificaría primero con la poco agraciada pero independiente Jane Eyre; más tarde, cuando sobrevino la fiebre por escribir, con Emily Bronte, y finalmente, casi sin proponérselo, con Berta, la esposa demente de Mr. Rochester encerrada en el ático de Thornfield. De esa primera época data el único daguerrotipo que se conoce, ya que nunca más Emily Dickinson permitió que su imagen quedara plasmada en ningún lado. De 1847 a 1848 estudió en el Seminario para Mujeres de Mount Holyoke; en 1850 conoció a Sue Huntington, que sería su segunda hermana por el resto de su vida, y la mujer de Austin. En 1852 aparece publicado el primer poema en un diario local, y en 1862 le envía varios poemas a Thomas W. Higginson, una eminencia de las letras, para someterse a su veredicto y también con la intención de publicarlos. Higginson, si bien encuentra en su poesía algo magnético e inexplicable, también la considera imperfecta, inaprehensible en la rima, y recomienda fervorosamente no publicar. El mismo veredicto recibió, vale la pena apuntarlo, Hojas de Hierba, de Walt Whitman. En 1854 viaja con su familia a Washington para acompañar a su padre en la tarea política. En 1864-65 permanece por varios meses en Boston, para hacerse tratar de la vista. No volvió a salir de Amherst, y durante los últimos quince años antes de morir, no salió siquiera de su casa. Vivía la mayor parte del tiempo en su habitación del primer piso en la casa paterna, junto con su hermana Lavinia, quien tampoco se casó nunca y era la encargada de las tareas "sociales y externas". Tuvo al menos un amor, el Juez Otis Lord, amigo y compañero de estudios de su padre, con quien empezó un romance tardío pero apasionado cuando éste quedó viudo, y que se continuó hasta la muerte de Lord en 1884. Si bien planeó casarse e ir a vivir con Lord a Salem, Massachusset, el matrimonio nunca se concretó. Durante los últimos años prácticamente no escribió nada, y se dedicó a cuidar a su madre inválida por un derrame cerebral, y a cocinar, puertas adentro siempre. Cuando en 1882 murió de tifus su sobrino Gilbert, de apenas 8 años, ella enfermó del mal de Bright, una deficiencia renal crónica pero mortal. Murió el 15 de Mayo de 1886. Un par de meses más tarde, limpiando su cuarto y a punto de cumplir la tradición de quemar todos los papeles de los muertos, Lavinia encuentra en un cajón del bureau donde Emily solía escribir casi 2000 poemas, muchos de ellos atados en fascículos, como si hubiesen sido preparados para publicarse así. A pesar de las opiniones en contra, Lavinia mueve cielo y tierra hasta que consigue que la poesía de Emily salga a la luz. Sin embargo, la publicación de los tres volúmenes de poesía, y de las cartas de Emily Dickinson, acarreó además de la fama, el escándalo.
   En 1882, cuatro años antes de la muerte de Emily, llegó a Amherst Mabel Loomis Todd, una joven de veintitantos años, casada con David Todd, profesor invitado del Amherst College. Mabel, además de joven, era lo que puede llamarse una mujer de mundo: tocaba el piano y cantaba muy bien, escribía ensayos menores sobre sus viajes, pintaba decentemente, odiaba cualquier tarea doméstica pero, por sobre todas las cosas, era en extremo sociable, y de inmediato conquistó a los Dickinson, especialmente a Sue y Austin, quienes vivían en una mansión llamada "Evergreens" ubicada detrás de la casa paterna de los Dickinson, y quienes, además, acostumbraban a dar fiestas "culturales" con cierta asiduidad. Un año más tarde, Mabel Todd y Austin Dickinson eran amantes, y esta relación, que perduró en el tiempo, incluía también a David Todd, conformando un ménáge at trois que no pasó desapercibido en la puritana Nueva Inglaterra de Emily Dickinson. Para entonces, Emily era ya "el mito" viviente de Amherst, la mujer que hacía quince años no salía de su casa, y vestía exclusivamente de blanco. Hasta qué punto estuvo involucrada en el romance de su hermano con Mabel Todd no puede saberse con certeza, sin embargo, a partir de entonces, la relación con Sue, su cuñada y amiga íntima, empezó a deteriorarse. Emily Dickinson, tal vez como una prueba de lealtad y de amistad, nunca recibió personalmente a Mabel Todd, esto significa que Mabel nunca la vio. Ni siquiera en el cajón, antes de enterrarla, se le permitió verla. Austin Dickinson, a sabiendas de su esposa y de toda la ciudad (y, presumiblemente, de sus dos hermanas) fue un adúltero respetado, o más bien prolijamente ignorado, hasta su muerte. Cuando Emily murió, Vinnie quedó a cargo de la casa paterna, y allí siguió viviendo junto a sus treinta gatos. Desde que descubrió los poemas de su hermana, se dedicó con un empeño y una devoción casi fanáticas a publicar la poesía de Emily, y para esto recurrió primero a Sue, quien, por motivos no del todo entendidos -aparentemente habría intentado mandar poemas sueltos a distintas revistas, que fueron rechazados-, decidió entonces que lo mejor sería una publicación casera, local, o no publicar nada. Vinnie, defraudada por Sue, recurrió entonces a Mabel para copiar uno a uno los poemas manuscritos de Emily, y seleccionarlos para su publicación. Thomas Higginson, el hombre que treinta años atrás había cortado de cuajo las ilusiones de fama de Emily, esta vez decidió que publicar era lo correcto. El primer volumen de poesía llevó en la tapa el nombre de Thomas Higginson y de Mabel Todd, como editor y coeditor respectivamente. Lavinia Dickinson no fue siquiera mencionada.
   El affair de Austin y Mabel estaba en boca de todos cuando apareció el libro de Emily con el nombre de Mabel como editora, y esto terminó destrozar la relación entre Sue por un lado y Austin y Vinnie por el otro. A partir de entonces, de un modo extraño, Mabel Todd se convirtió en la referencia obligada sobre vida y obra de Emily Dickinson. Durante años dio charlas y se dedicó a la selección de poemas para los siguientes dos tomos de poesía, más un tomo de cartas, que fueron apareciendo entre 1890 y 1896. Antes de entregar el manuscrito para el tercer tomo, consiguió que Vinnie firmara la donación de un terreno aledaño a la casa de los Todd, terreno que le había sido prometido por Austin pero que, por supuesto, nunca había sido explicitado en el testamento. Con la firma de la donación, Mabel entregó el manuscrito final a Higginson, y el último libro de poesía de Emily Dickinson fue publicado inmediatamente. Sin embargo, unos meses después, Vinnie presentó una acusación ante la justicia alegando que había sido estafada por el matrimonio Todd, obligándola a firmar un papel cuyo contenido desconocía. El escándalo llegó finalmente a la corte donde, contra todas las expectativas, el juez falló en favor de Vinnie, obligando a los Todd a devolver el terreno. Unos meses después del veredicto, Vinnie murió, a los sesenta y seis años: la persona que más cerca estuvo siempre de Emily, y la responsable directa de la publicación de los poemas, pasó a la historia como la hermana mediocre y rencorosa de la excéntrica y genial reclusa de Amherst. Los Todd siguieron viviendo en Amherst, aunque nunca volvieron a cruzarse en el camino de los Dickinson. De hecho, Mabel guardó en un arcón todo lo que todavía poseía de Emily, y no volvió a tocarlo hasta 1930, cuando su única hija Millicent Todd decidió contar la verdad sobre la misteriosa vida de Emily Dickinson. La única sobreviviente de la familia, Martha Dickinson, hija de Sue y Austin, dedicó también su vida a contar la vida y obra de su tía a partir de las memorias propias y de su madre. Los dos libros son hoy obras capitales de referencia para cualquier investigación seria sobre Emily Dickinson, si bien ambos cargan con el sesgo que el rencor y la historia de los padres les impusieron.
   Hoy ya no queda ningún sobreviviente de los Dickinson en Amherst. La casa paterna, conocida como el Dickinson Homestead, a dos cuadras del centro de la ciudad, se mantiene exactamente igual, probablemente gracias a la construcción de ladrillos que le valió en otro tiempo el rótulo de "la mansión". En el cementerio, Edward Dickinson, Emily Norcross Dickinson y sus dos hijas, Emily y Lavinia, yacen en el mismo cuadrado de tierra, cercado por una reja. La gente suele dejar flores, pero, salvo que uno se detenga a leer las inscripciones de las piedras, nada indica especialmente que allí se encuentra la tumba de una de las mayores poetas de América. Al contrario que en los demás epitafios de la familia, la lápida de Emily Dickison dice: "Born in 1830, Called Back in 1886". Esta frase, "called back" (reclamada, o llamada de vuelta) fue escrita en una breve carta a sus sobrinos, unos días antes de morir, y posiblemente hayan sido las últimas palabras escritas. Como para darle el gusto a todos los que, mucho más tarde, la acusarían de apropiarse de las palabras ajenas, éstas tampoco le pertenecían: "Called back" era el título de un thriller psicológico, un best seller de la época, hallado sobre su mesa de luz la mañana siguiente a su muerte. Nunca se supo quién ordenó tallar esas palabras en la piedra, aunque probablemente haya sido Vinnie, siguiendo las órdenes expresas que Emily Dickinson había dejado para su propio funeral: un cajón blanco, un vestido blanco, lilas sobre el pecho, y que nadie, nadie en este mundo, tuviera la oportunidad de verla, ni siquiera muerta. Y que sacaran el cajón por la puerta trasera de la casa. .

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De LA MAQUINA DEL TIEMPO, una revista de literatura

Imagen: Emily Dickinson

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