Friday, July 18, 2014

Flechar contra el viento/Conversación(es) con Thiago de Mello

GARY MOSTAJO

La floresta vital
No es una coincidencia –mucho menos fatalismo–fatalismo que ciertos poetas hayan asentado su escritura a la manera de un pie de página irreverente, asumiendo una posición en los márgenes del texto central donde está circunscrita la historia de la humanidad, sin dejar de acudir a la cita convocada por dicho relato. En la consolidación de un lenguaje amalgamado al quehacer cotidiano y al flujo mecánico que constituye la dinámica de la sociedad de consumo, la necesidad de la formación de pliegues que afiancen una voz distinta y releguen su protagonismo, para vivir en los intersticios de los territorios lingüísticos marginales, fue y será siempre una urgencia imperante.
Así entiendo el elemento medular que ha constituido la literatura amazónica, si es que podemos referir su existencia[1]. De ella mucho menos que poco hemos llegado a saber, inmersos como estamos en una vorágine crítica que vive de los recuerdos del boom y mantiene a sus caudillos en calidad de diplomáticos de la palabra, mendigando galardones aquí y allá, así la soledad latinoamericana tuviera que extenderse hasta los mil años. En esta tarea estoica, Brasil se ha implantado como tierra de origen. Arrinconadas sus letras por la tiranía de la lengua española –que se atribuyó a sí misma el derecho a decir qué es América[2]la estética en la literatura brasileña contemporánea implantó nuevos modos de entender la vida y las relaciones humanas con una expresión original y muy propia, en la que jugó un rol importante la idea de lo subalterno. La vinculación entre el nativo, el mestizo y el descendiente del europeo colonizador es una figura que emerge en la poesía, el cuento y la novela, bien representados en las obras paradigmáticas como O guaraní o Iracema de José de Aléncar[3], O mulato de Machado de Assis, Os sertões de Euclides da Cunha[4] pero con mayor presencia en los manifiestos nacionalistas del modernismo, principalmente en Pau-Brasil y Antropofagia de Oswald de Andrade[5].
Es en este universo literario que aflora el mundo poético de Amadeu Thiago de Mello. Nacido en 1926 en el seno mismo de la floresta[6], su poesía –como su modo de vida– están encauzados a buscar la integración cultural de América a partir de una reconciliación del ser humano consigo mismo y con sus hermanos. En él, la búsqueda de la construcción de una sociedad justa es un imperativo que guía el curso de sus letras, anclado en un justificativo primigenio: la preservación de la región panamazónica. La palabra se da en su mano como una suerte de instrumento arquetípico que usa la armonía de la música ancestral en el ritmo de la música contemporánea. Su lírica decodifica, con impresionante elocuencia y sobriedad, cada hebra del tejido que conforma lo amazónico para poder decir lo indecible, con el mismo lenguaje operativo en el que se construyen los ceremoniales del mundo de hoy. Una poesía para todos, una poesía que no miente, una poesía que se presenta al mundo con la fuerza de la innegable herencia literaria de un país de los extramuros como es Brasil.
Mucho se podría comentar sobre Thiago, su obra, su trabajo como embajador de la floresta y los derechos humanos, pero me veo en la imperiosa necesidad de acallar mis sentimientos para dejar aflorar los suyos o, por lo menos dejarlos correr ambos en paralelo. Tenía la insólita encomienda de entrevistarle, y digo inaudita porque en mi vida había conversado por encargo con alguien. Causa de ello fue una generosa ocurrencia de mi amigo Juan Murillo Dencker[7], con quien me hallé un buen día hablando sobre la literatura brasileña (dentro de las limitaciones justificadas en líneas anteriores) y, como el magnífico interlocutor que es, se le ocurrió que yo podía arriesgar el pellejo sin más, estando invitado Thiago para participar del reconocimiento al mérito literario que la UPSA entregaría a Nicomedes Suárez Araúz. Ingrid Steinbach[8], decana de mi facultad, terminó de rematar la idea. Se los agradezco infinitamente, pues la magia del encuentro cara-a-cara es algo que los críticos solemos olvidar con frecuencia, y lo que uno espera no siempre se cumple, pues en los espacios donde la impertinencia no existe el hombre se asoma a su realidad de modo más generoso.
Lo conocí personalmente durante la mañana del 30 de abril, día en el que se llevaba a cabo un encuentro sobre temas varios de la Amazonia en la universidad y el mencionado homenaje al Poeta Movima. Para entonces, y con motivo de prever algunos temas a tratar, le había mandado ya algunas preguntas por correo electrónico. Soy muy prejuicioso, y al verlo tuve la impresión de estar más bien frente a un chamán o un gurú espiritual. Pese a los ochentaypico años que tenía, parecía flotar con aquel porte erguido y lleno de seguridad, como si en cada paso se multiplicara.  ‘Un hombre así, vestido enteramente de blanco –sin olvidar el pelo cano– sólo puede ser un nómada errante, una efigie o quizá la sombra de un aparecido al cual todo se le puede permitir’, pensé. Entonces lo escuché hablar con Adán Méndez[9], otro escritor invitado que había llegado paralelamente. La voz poseía la misma libertad de sus gestos y su mirada, llenos de torsiones y energías concentradas en un momento y punto precisos. Su presencia era mágica, y sobre el hombro se había traído con descaro a la floresta misma, tejida de bufanda verde.
Juan Murillo nos reunió, y Thiago no evitó mirarme de pies a cabeza. ‘¿Para qué quiere entrevistarme? Yo he leído sus preguntas con atención, y se nota que ya sabe todo de mí, puede responderse entonces usted mismo’, me dijo con un tono burlón e irónico. Me quedé estupefacto, no me esperaba un comentario así  y apenas atiné a decir ‘sé todo lo oficial, pero no las anécdotas’. ‘Que te las cuente Adán’, respondió con dureza, y rápidamente me dio la espalda para seguir con lo suyo. No nos caímos muy bien, como se dice, y eso en nada ayudaría a la tarea confiada pues no se le notaba mucho interés en hablar conmigo. Gracias a la intervención oportuna de Juan, finalmente Thiago me recibió un poco “de rebote” en una sala de la universidad,  aprovechando que ya había dado otra entrevista a un periódico local. Me aclaró entonces que su poesía no era para los críticos e intelectuales, sino para el pueblo, y que nadie debía lucrar con sus palabras. Solo así caí en la cuenta que la camisa a rayas, el pantalón de tela y los lentes retro que uso no fueron la mejor de las presentaciones. Saqué presuroso mis papelitos preparados, pero él me los arrebató, sonrió y me dijo ‘le permito una sola pregunta, pero ninguna de las que usted tiene acá’.
Desencajado de mis fines originales como me hallaba, quiero compartir la conversación con Thiago en las secciones que siguen, sobre la base del breve encuentro que tuvimos en la universidad, un segundo cruce de ideas almorzando en la Casa del Camba y otras cosas que él me fue mencionando durante su estadía de forma fragmentaria.

Amar la lectura
G.— ¿Una única cuestión? Me deja sencillamente desconcertado…
T.M.— A mí me gusta mucho hablar [era cierto], contar las cosas con detalle, y usted en las cuestiones que me envió por correo ya me induce a decir algunas respuestas concretas. Para confesar todo lo que usted quisiera, tendría que disponer de varias horas.
G.— Tengo todo el tiempo disponible para escucharle.
T.M.— Pero yo estoy muy cansado como para decir tanto. ¿Por dónde quiere que empiece?
G.— ¿Por qué no me habla un poco de su infancia, cómo sus primeras experiencias en la Amazonia, donde usted nació, moldearon su modo de ver las cosas?
T.M.— ¡Tú quieres saber de mi infancia entonces!  Nací en el corazón de la selva, en el municipio de Barreirinha, bañado por las aguas del Paraná que es el brazo más largo del Río Amazonas. Allí mi abuelo paterno tenía una casa. Con el paso del tiempo, mi madre me enseñó a leer, ya que desde mi niñez más temprana a todos les parecí un muchacho diferente, más avispado. Por ello mi familia se trasladó luego a la ciudad de Manaus, para recibir la enseñanza fundamental. ¿Cómo le llaman aquí?
1.     G.— Escuela primaria.
2.     T.M.— Bueno, entre los cinco y los diez años, durante la escuela primaria, yo aprendí a amar verdaderamente a la naturaleza gracias a una profesora que yo tuve, doña Aurélia Rego Barros. Yo vivía aquel entonces en una casa muy bonita que, como muchas otras, fue proyectada por Lúcio Costa, que es el gran creador de Brasilia[10], a quien conocí cuando tenía diecinueve años, al mismo tiempo que a Drummond de Andrade[11]. La vida me ha dado la dádiva de tener muchos amigos maravillosos de mi generación y de muchos países también. Te decía que doña Aurélia plantó en mí la importancia de la lectura para una verdadera formación. Las clases normalmente transcurrían de lunes a viernes, pero poco antes de las vacaciones la profesora nos invitó a pasar clases, en el jardín de su casa, también los días sábados. Nosotros la amábamos y respetábamos mucho, con ella había una verdadera interacción de amor, porque un profesor no solo enseña, un profesor forma a las personas para vivir. ‘Vamos a tener clases de lectura’, dijo ella. Estábamos sorprendidos y respondimos inmediatamente ‘pero profesora, sabemos leer muy bien’, pero ella agregó ‘no, ustedes aprenderán a leer literatura de autores brasileños’. Todos asistimos el sábado siguiente a la cita con doña Aurélia. Ella eligió el cuento Um Apólogo de Machado de Assis[12], que narra la conversación de una aguja con un hilo respecto a quién es más importante. En el argumento, la aguja le dice al hilo que éste sin ella es nada, que su trabajo es llevarlo por la y abrirle camino para poder realizar la costura. ¿qué metodología cree que usó? Recuerde que en aquel tiempo no existía aún la obra de Paulo Freyre y otros pedagogos que le hubiesen dado alguna pautas. Ella decía ‘Thiago, usted va a leer el primer párrafo’, yo lo hacía y luego y ella preguntaba a otro compañero y preguntaba ‘¿comprendió bien?’. Si la respuesta era negativa entonces hacía releer a esta persona nuevamente y así hasta que todos comprendiéramos a partir del aporte de cada uno de los miembros del grupo. Si alguien verdaderamente no entendía nada, doña Aurélia lo invitaba a su casa el día domingo y le explicaba. Empezamos nueve alumnos, y luego de la primera semana ya éramos trece. Terminamos con quince. Amor, eso se llama amor. Ella sabía que la lectura era fundamental para la vida, porque quien lee no solamente sabe más: vale más como persona. Cuando el curso terminó, nos pregunto quién tenía la razón, si la aguja o el hilo, y que justificáramos la respuesta. Todos pensamos en la aguja, porque marcaba el camino a seguir, pero uno de nosotros le dijo ‘doña Aurélia, yo no estoy de acuerdo, y creo que el más importante era el hilo que se queda soportándolo todo… ¡para que a usted no se le caiga la falda!’.  El tiempo pasó, yo salí del gimnasio[13], fui a Río de Janeiro para estudiar medicina, me nombraron diplomático y cuando volví del exilio,  fue presentado un libro mío llamado Viento General[14], y mientras autografiaba los ejemplares se acerca una señora a los periodistas y les dice ‘ustedes tienen que entrevistarme a mí, porque yo le enseñé a este niño a amar la lectura’. ¡Era doña Aurélia! Después tuve varias conversaciones telefónicas con ella, y su primera pregunta siempre era ¿qué está leyendo usted ahora? [risas].

Denunciar lo inaceptable
No había terminado siquiera su carcajada (y tampoco la respuesta, pensé) cuando se levantó abruptamente del sillón y se dirigió a la puerta de la sala, que se encontraba tras suyo, donde le esperó todo el tiempo Adán Méndez. No dudé en dar un salto para detenerlo, tomándolo delicadamente del hombro.
G.— ¡No se me escape, pues! Solo una cuestión más ¿Puede?  [Me agarró entonces del brazo –con una fuerza descomunal para su edad, cavilé–y me miró fijamente, acertando con la cabeza]
-      T.M.— Ahora estoy un poco fatigado para responderle más, ¿sabe que viajé dos días para estar acá en Santa Cruz? Pero mi madre me enseñó a nunca hacerme rogar. Se nota que usted es escritor y comunicador [él no sabía que no soy ni una cosa ni la otra, por lo menos profesionalmente] y yo también, somos insistentes.
G.— Gustave Flaubert decía que el acto de escribir era una forma de afrontar la vida. Si no me equivoco, usted es de los que cree que el poeta nace, recibe un don, y no se hace, cosa que implica una enorme responsabilidad. Desde Poesia comprometida com a minha e a tua vida esta consigna se ha hecho más evidente en su modo de escribir y en las temáticas que aborda de una cierta manera muy propia, por decirlo de alguna forma: letras rebeldes, subversivas, una poesía de la transgresión, de la indignación moral, pero al mismo tiempo de la solidaridad y la esperanza. Es usted de las personas que golpea al lector, pero sus golpes no duelen sino más bien conmueven. ¿Podríamos hablar de una poesía éticamente bella antes de una poesía estética bella, de una escritura que conduzca al bien moral, una poesía utópica? ¿Aún cree, como dice en los Estatutos del hombre, en la inteligencia del ser humano?
T.M.— Mire, usted dice muchas cosas sobre mi poesía y con preguntas muy complejas, pero yo le voy a explicar exactamente lo qué es. Cuando era niño recuerdo que a orillas del río Negro, en Manaus, había un aserradero perteneciente al padre de un amigo de la escuela. Un día de esos un caboclo, un mestizo, un peón que colocaba tablas de madera en los pisos, me enseñó a “flechar contra el viento”, a poner los cometas[15] contra la corriente de aire para que se mantengan a flote. Nos hicimos muy amigos. Pero yo veía que este obrero, que trabajaba la madera con esfuerzo y la preparaba para que sea vendida, almorzaba solo un poco de pescado y harina de yuca. Entonces pregunté a mi madre porqué aquel hombre que realizaba las tareas más duras comía aquella cosa miserable, mientras el dueño del negocio podía comer lo que quisiera. Ella respondió: ‘usted va a crecer y va a aprender sobre las diferencias, las desigualdades sociales’. Entonces yo hice mi opción y esto ha marcado mi vida. La miseria es una iniquidad feroz y inaceptable. Pese al desarrollo y la tecnología, aún existe, y el número de millonarios crece con la dominación. Este abismo insoportable es el que trato de denunciar, todo el mundo debe conocerlo. Existen muchas realidades sobre las cuales uno lee en la universidad pero poco o nada sabe de ellas, que solo se revelan uno abre su corazón al pueblo.
Luego de esta pregunta le confesé a Thiago algo personal relacionado con su respuesta, a manera de comentario, y él me contestó con un tierno abrazo, poniendo mi cabeza sobre el hombro donde tenía reposada a la selva. Me desarmó. Inmediatamente, de la mano de Adán (¡que metáfora!) se escapó al Aula Magna, donde aún se realizada el panel sobre temas amazónicos. Fue un “estate quieto”. Mis papelitos de preguntas se desparramaron en el piso.

Los hermanos dispersos de la floresta
Por supuesto, aunque aquel gesto alivianó en gran medida mi descontento no quedé del todo satisfecho, así que aproveché que lo vería nuevamente en el almuerzo –como ya dije– para intentar extraerle algo más de información. Me pidió que me sentara a su lado y, literal, nos reconciliamos. Habló con algo de detalle sobre Oscar Cerruto[16] y Augusto Céspedes, a quienes conoció en la década de los cincuenta y le enseñaron a pronunciar correctamente la palabra “sajta (de pollo)”. Mientras pedía una botella de vino y aceite de oliva, lo abordé a quemarropa con aquello que en realidad era la razón principal de la entrevista.
G.— Se nota que usted quiere mucho a Nicomedes [Suárez Araúz], ya que vino desde su casa en plena selva para el homenaje que la universidad le hará esta noche. Su relación de amistad es muy cálida y se nota más en el prólogo/poema en la última edición de su Recetario Amazónico de Dios. ¿Qué piensa usted de él, de su poesía?
T.M.— Somos como hermanos, el es un hijo de la floresta. Yo lo conocí en Nueva York hace muchos años y no dudé en invitarle a un encuentro de poetas amazónicos, que se realizó en Manaus a principios de los noventa, al que llamamos La poesía se encuentra en la floresta. De todos los escritores que participaron en aquella oportunidad él fue el más grande, era mucho más que un simple poeta: El llevó la poesía a la selva. Todos quedamos admirados por su forma de escribir, por su capacidad creadora. Hasta los niños aprendían y recitaban poemas de Nicomedes. Yo intento ser una voz de la poesía Amazónica en Latinoamérica y en Europa, hice mi parte. Nicomedes también hizo la suya, gracias a él la poesía boliviana y la poesía de nuestra América se conocieron en los Estados Unidos a través de una hermosa antología que él elaboró con varios poetas amazónicos[17]. Yo vine a Bolivia para compartir con él la gran alegría de ser homenajeado por tu universidad, que se reconozcan sus méritos.
G.— Usted siempre ha sido muy crítico con el capitalismo norteamericano y europeo, al que considera uno de los causantes principales de la depredación de la selva amazónica. No deja de ser paradójico que Nicomedes fuese el creador del Center for Amazonian Literature and Culture en Estados Unidos, siendo el trabajo de esta institución el que más ha revalorizado la contribución de los escritores “de lo amazónico” y, por ende, de los tópicos con los cuáles usted y otros autores trabajan su poesía…
T.M.— Yo no trabajo la poesía, ella me toma a mí como su voz, al igual que la floresta.
G.— Ciertamente, pero volviendo a lo que le decía, si esa una manera de romper con una idea de lo amazónico que favorecía a la conveniencia de sólo un grupo restricto de activistas y escritores ¿En que ha afectado este reconocimiento para que las causas ecológicas, políticas y económicas que usted defiende se hagan también más evidentes?
T.M.— ¡El hombre hoy en día habla de construir un camino hacia la paz y de la eliminación de las nucleares! Y yo digo ¡no!, hablar de la paz y de cementerios es lo mismo. Como Nicomedes, hay que trabajar por la construcción de una sociedad solidaria. Es una acto infame e inmoral que existan desigualdades sociales. El Brasil, por ejemplo, se inclina peligrosamente a la pérdida total de la ética, víctima de una enfermedad perniciosa. El año pasado fue llamado para integrar un foro nacional en Manaus, donde participaron ingenieros, científicos, gente importante. En la apertura estaba el Ministro de Hacienda, que fue quien me invitó como asistente. Tuve una gran sorpresa cuando en el programa oficial vi que estaba encargado de clausurar el foro, pero nadie me había dicho nada al respecto. El título decía algo como “El poeta Thiago de Mello: Los estatutos del hombre antes y ahora”[18]. Yo llamé inmediatamente al Ministro y le dije ‘no puedo hablar de lo que usted pone aquí. Hace cincuenta años yo tuve una razón clara para escribir los Estatutos: se había inaugurado oficialmente la tortura en Brasil[19]. Entonces yo decía “queda decretado que hoy vale la verdad”… ¡Y nunca se ha mentido tanto! La ciencia aparece al servicio de la esperanza humana. El gran telescopio Hubble, tan potente, ha llegado hoy inclusive a descubrir la primera galaxia conformada en el universo, con rastros de luz del destello que produjo el Big-Bang, ¡pero no ha alcanzado el corazón de los niños hambrientos de Brasil! ¿Por qué la señora economía de nuestro país, que ocupa el sexto puesto entre los más ricos del mundo –una potencia económica con millones de miserables– no baja al escalón número 73, donde está la educación, o al 84, donde está la salud? Ese poema ya no tenía nada que decir en aquel momento. ¿No quiere servirse vino?
G.— Ahora no, quizá después.
T.M.— Ofrécelo a los demás [Lo hice].
G.— Parece que a nadie se le antoja, así que me sirvo una copita y le acompaño. Si no me equivoco, los Estatutos los escribió usted luego de ver una serie de fotografías de amigos suyos que eran torturados por el régimen cuando aún era agregado en Chile, sobre todo Carlos Heitor Cony.
T.M.— Así es, yo trabajaba en la Embajada de Brasil en Chile, y era muy amigo de Salvador Allende y Pablo Neruda. Cuando recibí la noticia del golpe, Pablo me dijo que una cosa así jamás pasaría en Chile, y que los chilenos saldrían a las calles para defender la democracia. Entonces me enteré a través del diario El Correo, en la columna de Heitor, que mi amigo Gregório Bezerra había sido torturado siendo llevado como un perro, con un lazo en el cuello, por las calles. También persiguieron a otros amigos míos. Cuando vi la fotografía decidí dejar mi cargo por que no quería trabajar para un régimen asesino, y escribí Los estatutos del hombre. Ninguno de mis amigos en Chile podría pensar entonces que poco después Pinochet asesinaría a Salvador en el Palacio de la Moneda. Yo decidí volver a Brasil, aunque sabía que no me esperaba nada bueno. Y efectivamente, en cuanto llegue a mi tierra, ni bien bajé del avión me tomaron preso y me encerraron. [Risas].
La charla quedó postergada porque algunos invitados se levantaron y se despidieron. Thiago no quiso decir mucho más, estaba muy ocupado peleando con unas alas de pollo picantes que comía con extraña devoción. Traté de insinuarle uno que otro asunto sobre Nicomedes y la estética Amnesia para obtener respuesta a muchas interrogantes que se quedaron en el tintero, pero seguramente él no quería develar aún el discurso que tenía reservado para la presentación de la noche. Elogió al P. Enrique Jordá[20], que nos acompañaba también, reconociendo que ‘nunca había escuchado hablar a un hombre con tanta devoción y sabiduría, con las palabras medidas y un corazón tan hermoso’. Pidió plátanos dulces de postre y poco después terminó el banquete. Camino a su hotel, cantó en español. Tiene una hermosa voz. Por la noche, antes del homenaje, me fue imposible hablar con él, ya que se enredó en entrevista aquí y allá. En alguna estuve presente, pero como se dice comúnmente, eso ya es “harina de otro costal” como para comentarlo acá.

“Y su morada será siempre el corazón del hombre”
En la jornada posterior, aprovechando el feriado por el día del trabajo y con algo más de tranquilidad, varios escritores amigos se reunieron en casa de Magela Baudoin[21] y su esposo Sergio Torrelio (que merecen una mención especial en el catálogo universal de los buenos anfitriones) para leer poesía y rendir homenaje particular a Nicomedes[22], con el respectivo platito de la tarde. Aquella fue una tarde/noche muy especial. Thiago delató su particular afección por el whisky, el vino argentino y los picantes. Declamó una traducción, realizada por él mismo en aquél momento, de su poema O animal da floresta[23]. También trajo a colación algunos recuerdos de su mentor Manuel Bandeira[24], para destacar la importancia de publicar a los poetas jóvenes (en papel de libro y buenas ediciones, y no solo en versiones digitales autodifundidas o en lecturas “callejeras”) contra las preferencias de los críticos, que escriben pensando en el prestigio del autor y no en la poesía misma. A propósito de esta última, mencionó que era sacra, así como el poeta es un artesano de la palabra sagrada. No olvidó acotar que los libros son ‘la cosa más sensual, porque huelen a mujer’, y elogió la poesía mística de Vilma Tapia[25] y obligó a Andrea Camacho[26] a sacar sus poemas ocultos en el teléfono móvil. Se sacó fotos con todos (algunas más con las damas asistentes y, por supuesto, con Nicomedes), recordando de por medio la diferencia entre mocedad y juventud: ‘yo fui mozo [muchacho] una sola vez en la vida, y eso ya pasó. Pero seré joven siempre’. Firmó libros y recibió a cambio volúmenes enteros de escritos de todas las manos posibles: ¡Incluso tuvo la idea descabellada de darle un beso en la cabeza –con las respectivas autorizaciones– al poeta “Puky” Gutiérrez[27]!
Thiago de Mello se fue de Bolivia repitiendo que hace tiempo no había tenido tantas emociones juntas, culpando a su gran amigo Nicomedes –El Poeta Movima– por ello (ver a tamaños poetas juntos fue un verdadero privilegio). Me dio un abrazo último y señaló discretamente que me había llegado a tomar gran cariño. Hasta ahora tengo una frase suya rondando en la cabeza: ‘Yo siempre digo que todos caminamos la ruta y por eso el camino no es lo más importante, sino que seamos capaces de caminar en él’. El camino es la construcción de una sociedad solidaria en la que, como él recalcó innumerables veces, cada uno debe hacer su parte. Queda decretado.



«Artículo 1
Queda decretado
que ahora
vale la vida,
que ahora
vale la verdad,
y que de manos dadas
trabajaremos todos
por la vida verdadera.





Artículo 2
Queda decretado
que todos los días
de la semana,
inclusive
los martes más grises,
tienen derecho
a convertirse
en mañanas de domingo.








Artículo 3
Queda decretado
que, a partir
de este instante,
habrá girasoles
en todas las ventanas,
que los girasoles
tendrán derecho
a abrirse dentro
de la sombra;
y que las ventanas
deben permanecer
el día entero abiertas para el verde
donde crece
la esperanza.














Artículo 4
Queda decretado
que el hombre
no precisará
nunca más
dudar del hombre.
Que el hombre
confiará en el hombre
como la palmera
confía en el viento,
como el viento
confía en el aire,
como el aire confía
en el campo
azul del cielo.
Parágrafo:
El hombre
confiará en el hombre
como un niño
confía en otro niño.






Artículo 5
Queda decretado
que los hombres
están libres del yugo
de la mentira.
Nunca más
será preciso usar
la coraza del silencio
ni la armadura
de las palabras.
El hombre
se sentará a la mesa
con la mirada limpia,
porque la verdad
pasará a ser servida
antes del postre.




Artículo 6
Queda establecido,
que durante
diez siglos,
el lobo y el cordero
pastarán juntos
y la comida de ambos
tendrá el mismo
gusto de aurora.
De acuerdo
a lo soñado
por el profeta Isaías.










Artículo 7
Por decreto irrevocable
queda establecido
el reinado permanente
de la justicia
y de la claridad.
Y la alegría será
una bandera generosa
para siempre enarbolada
en el alma del pueblo.

















Artículo 8
Queda decretado
que el mayor dolor
siempre fue
y será siempre
no poder dar amor
a quien se ama,
sabiendo
que es el agua
quien da a la planta
el milagro de la flor.








Artículo 9
Queda permitido
que el pan de cada día
tenga en el hombre
la señal de su sudor.
Pero; que sobre todo
tenga siempre
el caliente sabor
de la ternura.








Artículo 10
Queda permitido
a cualquier persona
a cualquier hora
de la vida
el uso del traje blanco.











Artículo 11
Queda decretado,
por definición,
que el hombre
es un animal que ama,
y que por eso es bello,
mucho más bello
que la estrella
 de la mañana.
















Artículo 12
Queda decretado
que nada estará obligado
ni prohibido.
Todo será permitido.
Inclusive jugar
con los rinocerontes,
y caminar
por las tardes
con una inmensa begonia
en la solapa.
Parágrafo:
Sólo una cosa
queda prohibida:
amar sin amor.
















Artículo 13
Queda decretado
que el dinero
no podrá nunca más
comprar el sol
de las mañanas venideras.
Expulsado
del gran baúl
del miedo,
el dinero
 se transformará
en una espada fraternal,
para defender
el derecho de cantar
y la fiesta
del día que llegó.










Artículo Final
Queda prohibido
el uso de la palabra libertad,
la cual será
suprimida
de los diccionarios
y del pantano engañoso
de las bocas.
A partir
de este instante,
la libertad
será algo vivo
 y transparente,
como un fuego
o un río,
o como la semilla
del trigo
y su morada
será siempre
el corazón
del hombre.»

Thiago de Mello[28]








Bibliografía:

DE MELLO, T. (1951) Silêncio e palavra. Rio de Janeiro: Edições Hipocampo.
(1962) Madrugada Campesina. Traducción de Armando Uribe. Santiago: Arco CEB.
(1963) Dos poemas de Thiago de Mello traducidos por Pablo Neruda. Santiago: Editorial Universitaria.
 (1964) Horóscopo. Santiago: Edición de Mario Toral.
(1968) Poemas y Canciones [audio]. La Habana: Casa de Las Américas.
(1970) Los Estatutos del Hombre. Traducción de Pablo Neruda. Montevideo: Club de Grabado.
(1973) Canto de Amor Armado. Buenos Aires: Ediciones Crisis.
(1975) Poesia comprometida com a minha e a tua vida. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira.
(1977) Poesía de Thiago de Mello. La Habana: Casa de Las Américas.
(1977) Os estatutos do homem. Ilustração de Aldemir Martins. São Paulo: Editora Martins Fontes
(1978) Aún es Tiempo. Santiago: Editorial Fondo de la Cultura Económica.
(1984) Vento geral: poesia 1951-1981. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira.
(1985) Palabra de Esta América [audio]. La Habana: Casa de las Américas.
(1998) Campo de Milagres. São Paulo: Bertrand Brasil.
SUÁREZ N.
(2007) Literary Amazonia. Florida: University Press of Florida.
(2010) Loén: Un mundo amazónico olvidado. Edición al cuidado de Kristine Cummings. Santa Cruz de la Sierra: La Hoguera.
CUTLER C. Y SUÁREZ N. (1998) Amazonian Literary Review. Issue One. Massachussetts: Smith College Center for Amazonian Literature & Culture
(1999) Amazonian Literary Review. Issue Two. Massachussetts: Smith College Center for Amazonian Literature & Culture


[1] Quizá es impreciso hablar de una “literatura amazónica” más de que de una literatura “de lo amazónico”. Nicomedes Suárez Arauz dedica el prólogo de Literary Amazonia e intentar resolver la cuestión para hablar de la región amazónica (Panamazonia) y su contexto multicultural como un recurso, un topos, un lugar de y para la escritura, dando primacía a la relación entre el hombre y la naturaleza, en un abierto grito de justicia social (SUÁREZ, 2007). Por ello reúne en torno a esta concepción de la literatura amazónica un conjunto muy heterogéneo de autores de varios países, entre los cuáles se encuentran Raúl Otero Reiche, Violeta Blanca, Juan Carlos Galeano, Pedro Shimose, Aníbal Beça, João de Jesus Pes Loureiro, Fernando Urbina, Thiago de Mello, etc.
[2] Entiéndase la reverencia con la cual se habla de la “América Hispana” por ejemplo.
[3] Ambos textos de José de Aléncar (1829-1877) exaltan la recuperación (ingenua) de las tradiciones indígenas y el uso de voces de las lenguas nativas, buscando una voz nacional, el saudade, la nostalgia de lo perdido.
[4] Euclides da Cunha (1866-1909) narra en esta novela los entremeses de la campaña de Canudos, dirigida por Antônio Mendes Maciel, el “Conselheiro”. El sertón, la tierra semiárida del noreste brasileño, es el espacio en el que gran parte de la población negra y mulata que se aisló del quehacer de la civilización costeño y la instauración de la senzala (hacienda grande). En el relato, el mestizaje está ligado al aislamiento de las capitales y permite la aparición de figuras representativas regionales como el vaquero, el yagunzo (vaquero-militar peleador) y el cangaçeiro (ladrón armados que robaban a las haciendas para el sertón).
[5] El Manifiesto Antropofágico de Oswald de Andrade (1890-1954) es el más grande de los escándalos en la literatura brasileña. Nos remite a la tradición necrofágica de los nativos oriundos de las tierras americanas, que devoraron al primer obispo de Brasil, Sardinha, en 1556, como representación de la entrega de la tradición occidental a la comunidad local. Implica la inversión de la figura del “buen salvaje” y explicita la aparición del “mal salvaje”, de la literatura que para ser propia debe tragar lo que le conviene y deglutirlo en términos nacionales. No es indigenismo ni menos regionalismo: la actitud de la antropofagia es la asimilación crítica contra la copia y la imitación que prevaleció en el romanticismo, exportando lo que es genuino, como bien delata Pau-Brasil.
[6] No deja de ser inquietante que, en español hayamos preferido el uso de la palabra selva, palabra que , en tanto su sentido pragmático, lleva una carga marginal inherente, y no casualmente mantiene una relación filológica con el término salvaje, con aquello que está lejos de lo “civilizado”. Y no deja de ser inquietante que el diccionario de la RAE incluya en los significados de floresta, paradójicamente, una “reunión de cosas variadas que se consideran agradables y de buen gusto”.
[7] Juan Murillo Dencker es, en palabras de la narradora cruceña Giovanna Rivero, el perfecto flâneur. [En la clandestinidad] Es crítico literario, artista profesional, gestor cultural y especialista en fotografía. Su trabajo se ha enfocado principalmente a la semiótica de la imagen, con varias publicaciones sobre poesía e imagen fotográfica [Literatura italiana: el dulce estilo nuevo, 2011; El enemigo principal, 2013; Memoria histórica y memoria fotográfica de la ciudad de Santa Cruz en la memoria del imaginario colectivo, 2011].
[8] Ingrid Steinbach es Comunicadora Social (Universidad Católica Boliviana). Miembro del Colegio de Comunicadores de Santa Cruz, y de la Sociedad de Estudios Históricos y Geográficos, actualmente ejerce el cargo de Decana de la Facultad de Humanidades y Comunicación en la  Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra, UPSA.
[9] Adán Méndez (1968) es filósofo, poeta y editor chileno. Fue el ganador del Premio Revista de Libros de El Mercurio en 1992. Actualmente es director de Ediciones Tácitas y realiza una traducción del portugués al español de la obra de Thiago de Mello [Antología precipitada, 1992; Panorama de la poesía brasileña, 1998]
[10] Lúcio Costa (1902 – 1998) fue uno de los principales pioneros de la arquitectura urbana moderna del Brasil. Influenciado por al obra de Le Corbusier e impulsado por el arquitecto ruso Gregori Warchavchik, desarrolló el Plan Piloto de Brasilia, que definió el estilo arquitectónico principal de la ciudad capital.
[11] Carlos Drummond de Andrade (1092 – 1987) es uno de los exponentes más notables del modernismo brasileño. Periodista, poeta y político, fue el mayor impulsor de la Semana de Arte Moderno que se llevó a cabo en Brasil, el año 1922. Rechazó su candidatura al Premio Nobel de Literatura en varias ocasiones [A rosa do povo, 1945; A visita, 1977; A paixão medida, 1980, Poesia errante, 1988]
[12] Joaquim Machado de Assis (1839-1908) cultivó casi todos lo géneros literarios, aunque su labor en la literatura brasileña se destacó principalmente por sus novelas. Tipógrafo y corrector editorial, ligó su obra en sus inicios al romanticismo, pero luego desarrolló un estilo propio vinculado a ahondar en el carácter psicológico de la naturaleza humano, con suma ironía [Desencantos, 1861; Memórias póstumas de Brás Cubas, 1881; Histórias sem data, 1884; Esaú e Jacó, 1904]
[13] Se refiere al programa de educación secundaria.
[14] Thiago de Mello cita el poemario Vento geral: poesía 1951-1981 publicado en 1984, que no ha sido traducido al español.
[15] Volantines.
[16]  Thiago tradujo Patria de sal cautiva de Cerruto al portugués, en 1959, con el apoyo del Centro de Estudios Brasileños. 
[17] Se refiere a Amazonian Literary Review, cuyo primer tomo se publicó en 1998, el segundo en 1999 y el tercero en 2001, por el Center for Amazonian Literature & Culture de Smith College del cual Nicomedes Suárez Araúz fue fundador junto a Charles Cutler.
[18] Son curiosas las múltiples interpretaciones que se han hecho de este poema/manifiesto, muchas veces destruyendo su sentido primigenio y fundamental. El caso más patético es el de una propaganda del automóvil Ford EcoSport que salió en Brasil el año 2003, en la cual aparece el Artículo 2 de los Estatutos con el nombre de “Estatuto de su nueva vida”, al lado de un escenario paradisíaco del caribe, en cuyo mar flota apacible una mujer, cambiando el sentido por el de confort como un imperativo de consumo.
[19] Thiago refiere al comienzo de la dictadura en Brasil, con el golpe que militar al presidente João Goulart el año 1964.
[20] Jesuita teólogo y antropólogo, fue párroco durante más de veinte años de la parroquia de San Ignacio de Moxos, departamento del Beni.
[21] María de los Ángeles Baudoin es  escritora, periodista y consultora en comunicación. Actualmente se dedica a el diseño y aplicación de políticas y estrategias de comunicación hacia la opinión pública para empresas nacionales e internacionales. Fue finalista en el I Concurso Internacional de Cuento Breve del Salón del Libro Hispanoamericano de México D.F. en 2009. [Mujeres de costado, 2010; La composición de la sal, 2014]
[22] Aunque no se hizo la aclaración de manera anticipada, hablar de Nicomedes es hablar de la Amazonia, del Beni, del paraíso perdido de Loén, pero también del verdadero corazón de la floresta de su poesía: Kristine Marie Cummings. Estadounidense de nacimiento, lleva encima los hermosos rasgos de su herencia nórdica. Poeta, historiadora del arte y dedicada editora, es al mismo la amante, esposa, compiladora y las más estricta de las lectoras de Nico. En su poderosa presencia uno puede reconocer, sin dudar, “la cariñosa mano que acaricia su otra mano”.
[23] El mencionado poema puede encontrarse como El animal de la Selva, en la traducción de Pablo Neruda y El animal de la floresta en la traducción del periodista argentino Jorge Timossi. La versión recitada por Thiago en aquella ocasión es esta: De madera lila, nadie me cree, se hizo mi corazón. / Especie escasa de cedro por el color / y por contener en su centro / la muerte que lo amenaza / Madera duele, / pregunta a quien me ve los brazos verdes, / los ojos llenos de alas. / Por mí contesta la luz del amanecer, / que recubre de luces esmaltadas / las aguas grandes / que me dieron raza / y cantan en los orígenes de mi ser. / En el crepúsculo cerca estoy, / entre el azul de las estrellas / y el verde donde canta mi corazón. / Ya no hace daño, ya no hace mal que duela / mi bravo corazón de agua y madera.
[24]  Manuel Bandeira (1886-1968) fue uno de los exponentes más destacados del modernismo brasileño. Conoció a Paul Eluard y sus escritos estuvieron influenciados por el simbolismo francés. Su obra toca, sobretodo, temas relacionados con el amor y la muerte [Libertinagem, 1930; Estrela da manhã, 1936; Estrela da vida inteira, 1966]. Thiago cuenta que los conoció cuando tenía 19 años y era aún un poeta desconocido, y que Bandeira reconoció inmediatamente un ‘gran poeta de gran corazón’. Naturalmente él  rechazó las que creía inmerecidas alabanzas, pero el peso de la palabra de Bandeira hizo que se conociera más su obra.
[25] Vilma Tapia es una educadora y poeta boliviana que reside actualmente en Cochabamba. Su obra está circunscrita en la exploración del espacio de lo femenino. [Del Deseo y la Rosa, 1992; Luciérnagas del fondo, 2003; Corazones de Terca Escama, 2004]
[26] Andrea Camacho es lingüista, especializada en enseñanza del francés y en traducción. Lleva en el dedo un anillo de bodas igual el mío, con la inscripción “Ich liebe dich”.
[27] Gestor cultural y poeta, trabaja actualmente con proyectos de literatura y lectura en las zonas suburbanas de Santa Cruz. [Sobrevuelo 2.0, 2008]
[28] Traducción de Los Estatutos del hombre realizada por Pablo Neruda. La organización de los versos es nuestra, atendiendo a los requerimientos de espacio en la presente crónica.

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De Aportes de la comunicación y la cultura. Vol. 17, No. 1 -Junio de 2014. Santa Cruz de la Sierra, Facultad de Humanidades y Comunicación de la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra UPSA.

1 comment:

  1. Muchas gracias por la difusión, querido Claudio (y por el tiempo dedicado a convertir el formato)... Abrazos!

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