Saturday, July 19, 2014

Quiero ser alemán


Edgardo Martolio

Primero, y para ponernos en clima, recordemos la elegante canción que los ‘argentos’ cantaban en el estadio Itaqueirão de San Pablo cuando enfrentamos a Suiza, adaptada de un hit de la banda brasileña Charlie Brown Jr: “Vos no sos de Suiza / brasilero, chupa p…”
Quería hablar de fútbol, del Mundial, de la organización que dejó que desear, de la falta de un equipo que nos llenase los ojos como fue España en 2010, de la carencia de innovaciones tácticas, de ese ser superior que es Javier Mascherano, del ‘apagón’ de Messi en los tramos decisivos y de la falta que hizo Di María en la Final. Quería hablar de Sabella y de sus héroes, Romero principalmente. Quería hablar de la terna arbitral argentina que fue muy bien, como casi siempre en los Mundiales, de la importancia de Julio Grondona en los bastidores, impidiendo que la Selección pudiese ser perjudicada.
Quería hablar de la falta de una gran estrella como en otras Copas lo fueron Maradona o Zidane por citar a dos de ellas, del mordedor Suárez, de la gloriosa Costa Rica y de Robben. Quería hablar de los pronósticos que ‘acerté’, como el muy anticipado triunfo de Alemania, y de los que ‘erré’, como apostar que Agüero haría un buen torneo e Higuaín varios goles. Quería hablar del ridículo seleccionado de mejores que montó la desnorteada FIFA y especialmente de Marcos Rojo.
Quería hablar de muchas cosas lindas, pero… acabo de ver el vídeo de los jugadores alemanes ofendiendo al glorioso pueblo argentino –¿ofendiendo? – y estoy perplejo, no puedo hablar de otra cosa que no sea de este intolerable acto de xenofobia nacional. No del bailecito alemán, no, me refiero a la xenofobia de algunos ‘argentos’ supuestamente justificados por ese bailecito. No me permito creer que esa infantil conmemoración, sin ninguna palabra soez, apenas coreografiando con burda simpleza la doble idea de que quien perdió está cabizbajo y quien venció no, la levanta como levantó a la Copa, pueda generar indignación.
Con ese festejo no podría sentirse agraviada ninguna otra nación, si por caso no fuese Argentina la ‘víctima’ y lo fuese Chile, Canadá, Italia o Zambia. Nadie debería incomodarse porque no hay ataque. La canción es de una inocencia que causa risa. Es tan primaria que parece mentira que un pueblo tan evolucionado festeje con tan poca sofisticación. En cualquier jardín de infantes prepararían algo mejor.
A lo sumo, como dijo algún diario alemán ‘fue de mal gusto’. Y punto respecto al festejo, al video. Lo que me deja atónito es que se sientan agraviados los ‘argentos’ –imagino que los pocos argentinos que aún pisan nuestro suelo entendieron ese ‘chiste’ con chucrut musical–.
¿Por ese ‘así se sienten los gauchos… y así se sienten los alemanes’ se sintieron insultados los ‘argentos’? Precisamente los ‘argentos’ que sólo vinieron a Brasil a agredir a los brasileños. Casi no hubo otro propósito en el 60% de ‘hinchas gauchos’ que viajaron a Brasil que no fuese ofender a los anfitriones. Ya desembarcaron con el ‘Brasil decime que se siente tener en casa a tu papá…’, sin siquiera haber jugado un partido ni ganado nada. Canción que, además, en sí misma encierra una mentira (en Mundiales Brasil nos derrotó dos veces y nosotros apenas una, cuando le dimos el ‘agua bendita’ de Galindez a Branco y Compañía en 1990) y, sin duda, es una letra más ofensiva que la alemana, si en esta hubiere ofensa. Primero, porque los alemanes tenían un motivo para festejar, cosa que los ‘argentos’ recién llegados no tenían.
Segundo porque la idea de ‘tu papá’ connota superioridad permanente y no momentánea como refleja el corito alemán. Y tercero porque los ‘argentos’ ofendían gratuitamente a quienes los recibían con afecto, atendían con cariño y escuchaban con… ¡mucha paciencia!, mientraslos alemanes festejaban un titulo mundial y lo hacían en su propia casa, no en la Rosada, y ante su gente, no en el Obelisco. Hay una enorme diferencia en esos contextos que no puede soslayarse. Pero no quiero quedarme con ‘Brasil decime que se siente…’ que, al final de la Copa, fue la más suave de todas las agresiones ni con la lamentable adaptación del tema de Charlie Brown Jr. Del inicio que sólo la escuché en ese partido.
Quiero quedarme con el todo. Con el insulto directo, ametrallante, sin disimulo y sin motivo, que fue lo que escuché todo el tiempo. Y siempre dirigido a los brasileños. Ver cómo quedaron las paredes de los sambódromos, autódromos y otros lugares que Brasil abrió para los ‘argentos’ que llegaron sin dinero para sustentarse (¿cuál era la idea, pedir limosna, robar?, que alguien lo explique) da vergüenza. Lo que dejaron fue un chiquero. El ‘argento’ además de desagradecido es un chancho. Muchos pidieron, otros robaron, varios fueron expulsados, pero nada en proporción al agravio constante que le propinaron al dueño de casa, a lo que el vecino país Sede recibió de sus hermanos… Sí, solamente de los ‘argentos’. Nadie más los denostó, únicamente nosotros.
Tampoco se atacaron entre sí otros países, coreanos con nigerianos por ejemplo, ni siquiera hubo ‘guerra verbal’ entre aquellos que arrastran rivalidades históricas, como belgas y franceses, holandeses y alemanes. Nadie más hizo de la agresión su gran divertimento.
Nadie dio vergüenza en función continuada. Una vez un grupo de chilenos en el Maracaná, otra vez un grupo de mexicanos en el nordeste, incidentes aislados y muy puntuales. Nuestro ultraje fue permanente. Por eso la cadena televisiva americana CNN lo sintetizó de modo perfecto cuando dijo: “Al parecer, los alemanes tienen su propio modo de preguntarles a los argentinos ‘qué se siente’.”
Las peleas abyectas, los gestos obscenos, las acciones infames que yo presencié a ojo vivo en los estadios y sus alrededores alcanzarían para avergonzar a cualquiera y humillar a todos. Cuando hubo respuesta, la provocación partió de nosotros, de los ‘argentos’ mejor dicho. Y esas respuestas locales fueron también débiles, medio femeninas por expresarlo de algún modo (“O Maraca é nosso” y cosas así). Casi nunca injuriantes. La frase que más me dije a mí mismo y repetí a quienes estaban conmigo durante el último mes, fue: “No entiendo cómo los brasileños aguantan”. Me enojaba más yo que ellos que fingían no entender para justificar su pasividad, su ‘no reacción’.
Todos los hinchas de todo el mundo bebieron mucho, llama la atención ese descontrol, pero no vi orinar en la calle a casi nadie que no fuese ‘argento’.
En los mundiales es muy fácil distinguir las nacionalidades, eso facilita la identificación y, claro, en nuestro caso profundiza el bochorno. De tanto jorobarlos, provocarlos, acorralarlos, la última semana comenzaron a cantar esa canción que comienza con ‘Mil gols’ y termina diciendo ‘Maradona cheirador’ (Maradona aspirador). Fuera de que es un hecho, una verdad, es el único registro que tengo de respuesta un poco fuera de lugar. Claro, eso después que a Pelé los ‘argentos’ lo ‘manosearan’ de todas las formas verbales posibles. Esa respuesta, entonces, es nada. Una contra mil. El diario La Nación de Buenos Aires reprodujo algunas de las canciones que ‘mojaban la fría oreja brasileña’ y que aquí copio: “Ay ay ay ay, qué risa que me da, que comparen a Messi con el p… de Neymar”; O la que recordó los tiempos de Pelé imberbe: “Borom bom bó, el que no salta con un pibe debutó”. Esta otra que reinó en las playas de Copacabana y el Maracaná: “Te copamos Río, brasilero, pecho frío”.
En ese mismo estilo agrego: “Si no ponemo huevo, huevo, parecemo brasilero…”. Y cierro con otra que, elegantemente, fue calificada de bizarra: “Teque teque, toca toca, esta hinchada está re-loca; te copamos todo Río y te c… las garotas”. Las garotas prefirieron a colombianos, chilenos, mexicanos y, claro, europeos: no vi ningún ‘argento’ ganando. Sí los vi muchos en la región donde se cobra por unos minutos de amor (además son giles).
En algunos cotejos de la Selección de Sabella se cantó, casi como rompiendo el nuevo repertorio, el clásico “el que no salta es un inglés”, pero sin mucha emoción y con poca intención, la cosa era con Brasil porque los brasileños no reaccionaban y son a quienes, futbolísticamente envidiamos por sus cinco títulos mundiales: así, en las tribunas, los ‘argentos’ se mostraron todo lo valientes que no son en el mano a mano.
Después que Brasil perdió 7 a 1 con Alemania, la agresividad ‘argenta’ aumentó, no sólo por la provocativa cuenta de ‘uuunooo, dooos, treees, cuaaatrooo, ciiincooo, seeeis, sieeeteee’ que pareció graciosa la primera vez y molestó mucho, luego, en su insana insistencia. No, no apenas por ese recuento, sino por la carga chauvinista que conllevó cada acto y cada tono practicado desde ese instante, cuando Brasil estaba humillado y no levantaba la cabeza, aunque devolvía sonrisas y afabilidad a sus visitantes. Por entonces, tan entusiasmados los ‘argentos’ con la mortificación y el menosprecio del local eliminado, borraron de su cancionero el ‘vamos vamos, Argentina, vamos, vamos a ganar…” que hasta entonces todavía, en cuentagotas, se entonaba. Ya no interesaba alentar al propio equipo, había que burlarse del dueño de casa. Un día más tarde de esa goleada, cuando Argentina pasó a la Final, sabiendo que en Semis no nos sucedió lo mismo, esa hostilidad que ya se insinuaba extrema, sin embargo creció aún más.
Y allí, en la previa de la Final, apareció la primera indignación nacional: “¿Cómo tantos brasileños hinchan por Alemania que les hizo siete?”, se preguntaban los hidalgos ‘argentos’. En la propia Argentina, ya no aquí en Brasil, casi nadie entendió que a esos brasileños no les dimos la oportunidad de que hinchasen por nosotros. Los maltratamos tanto desde el inicio que, obviamente, prefirieron apoyar a su verdugo de Semifinal antes que a su agresor eterno, su martirizador de siempre. Los dejamos sin opción. A mí, por el contrario, me sorprendió que algunos brasileños, pese a todo, ‘torciesen’ por nosotros. ¿Por qué? Porque son buena gente y más sudamericanos que nosotros. ¿Sangre de pato? No lo creo, sospecho que la idea de ser los mejores anfitriones de la historia estuvo por encima de cualquier reacción que pudiese derrumbar esa idea que, al fin y al cabo, fue lo mejor que ofreció Brasil, su hospitalidad…
Alemania, a su vez, merecía respeto futbolístico y cariño: fue considerada la Selección más simpática de las treinta y dos que disputaron el Mundial. En Santa Cruz de Cabralia, Bahía, donde se concentraron los flamantes campeones del mundo, sólo dejaron ‘saudades’: su civilidad y su amistad dejaron de boca abierta a cada morador del villarejo. Aportemos un dato más: el 6 de julio se publicó un trabajo realizado por Facebook, en base a los comentarios que circulan en su red, donde se reflejaba que hasta esa fecha por lo menos el 10 por ciento de los brasileños hinchaba claramente para la Argentina. Después, claro, la cosa cambió por lo expuesto en párrafos anteriores. “Vemos que Argentina y Brasil son bastantes polarizados en América Latina, pero notamos que entre ellos existe más de anti-brasilerismo que anti-argentinismo”, señalo el argentino Carlos Diuk, científico de Data Science que trabaja en Facebook, en California, Estados Unidos.
Los ‘argentos’ anónimos no están solos. Victor Hugo, el ventrílocuo oficial, que (parece) estuvo en el Mundial, ‘evidentemente’ no vio nada de todo lo que yo vi, no escuchó nada de todo lo que yo escuché, y ahora no sólo se horroriza con la coreografía alemana sino que trata a todo un pueblo, no apenas a los seis jugadores que la ensayaron –ni fueron todos– de nazis asquerosos. ¿Nazis? En el grupo está Miroslav Klose que deportivamente merece nuestra reverencia por su récord y juega para Alemania pero es polaco de nacimiento, aunque no es de origen judío sino germánico. Cuando el nazismo acabó, en algunos casos (como el de André Schürrle) siquiera los padres de estos jugadores habían nacido, por lo que el último exabrupto del más nuevo comentarista venezolano, es tan absurdo como él mismo y como los ‘argentos’ que representa e incita a generar más odio, xenofobia y consecuentemente más violencia en un país donde lo que menos existe es paz sin que esté en guerra.
Olvidemos lo de asqueroso (hasta puede haber un espejo en el estudio de la radio que le inspiró la palabra), pero no dejemos pasar la acusación de nazismo. Las palabras de este periodista, evidentemente tan gagá como altivo y millonario, fueron: “Pensando como esos jugadores, mataron a 6 millones. Con el mismo recorrido mental, con esa creencia de superioridad y esa imbecilidad. Esto me parece una actitud despreciativa. Esta gente ha hecho muy poco por Alemania, esa que intenta borrar la imagen de que discrimina, se cree una raza superior, y que en nombre de eso cometió asesinatos en masa.
Si se comportan de esa manera despreciativa hacia los demás es porque saben que hay caldo de cultivo favorable. Saben que no cae mal. Y si no cae mal es porque todavía hay una parte de Alemania muy enferma.
Estos jugadores son en su comportamiento filosóficamente unos nazis asquerosos”. ¿Esa catarata por aquella canción? Hoy, en pleno 2014, creer que todo alemán es nazi es igual a suponer que todo uruguayo que se llame Victor Hugo es una piltrafa conceptual, un traidor ideológico, un Judas, un vendido político, un apóstata, un inconsistente racional, un bipolar, un manipulador de pensamientos, un conspirador de micrófono, un instigador sin criterio, un nadie que apenas tiene una causa de la cual, como otras veces, desertará según el momento y la conveniencia.
Victor Hugo es la excepción que confirma la regla que dice que los uruguayos son maravillosos (de hecho la prensa de la banda oriental lo rechazó enseguida y categóricamente, tratándolo inclusive de ‘pigmeo intelectual’). Esas simplificaciones de VH son propias de mentes intrigantes, mínimas, desleales y en el mejor de los casos paranoicas. Fuera que el festejo del sexteto vencedor no implicó con nada nazi (¿o yo me perdí alguna esvástica?), grupos neonazis existen en el mundo entero.
Pero si alguien lavó su alma y pagó sus pecados históricos es precisamente el pueblo teutón. De este tipo de ‘ser viviente’ que yo llamo de ‘argento’ y usted sabe identificar, ya no puede ocuparse la antropología, ni la sociología, es hora de que la zoología comience a contarnos de quienes se trata, de por qué ese comportamiento de ‘yo con vos puedo todo’ pero ‘vos conmigo no podés nada’.
Una parte de la etología, la que estudia el comportamiento animal, también puede ayudarnos a explicar la inconducta de los ‘argentos’ que no son domesticables, mucho menos útiles o de crianza, ni siquiera son exóticos; apenas encajan entre las bestias salvajes, pero no responden al común denominador de las hasta ahora conocidas.
Provisoriamente pueden clasificarse entre los llamados ‘animales perjudiciales’ con perdón de la mosca doméstica, la chinche de la col, la polilla de la ropa, el pulgón, el pececillo de plata, el saltamontes y la mariposa búho. Pero está claro que son peores que las garrapatas, las cucarachas, los escorpiones, los gusanos de la nariz y las chicharras alicorta. En un estadio y vestidos de celeste y blanco o con un micrófono abierto califican por debajo de las babosas, las carcomas, las termitas, los piojos, las sanguijuelas y las ratas. Son alimañas con trastorno psiquiátrico: la xenofobia es una enfermedad.
Además es delito clasificado en el marco jurídico nacional: Ley de Actos Discriminatorios (N° 23.592, art. 1) aprobada en 1988, que sentó las bases para combatir las distintas expresiones a ese respecto en nuestro país. También, y hasta con más fervor, en el marco jurídico internacional.
Los alemanes son tan civilizados que, enterados del malestar ‘argento’, ofrecieron una respuesta en la voz de Wolfgang Niersbach, presidente de su Federación: “La idea de los jugadores surgió espontáneamente de la emoción y la alegría que se vivió. Los deportistas no se burlan de nadie. Han querido celebrar con los aficionados; Lo siento si esto fue maliterpretado, lo sentimos”, fueron sus palabras. Seguramente no saben que por lo que no hicieron se los tildó de nazis y asquerosos. Asimismo, nadie en la Argentina ofreció alguna disculpa a Brasil por tanto abuso, ni le agradeció la comida de los ‘bandejões populares’ (bandejas populares), donde los ‘argentos’ almorzaban por un real –cinco pesos– y bebían jugos de fruta por 35 centavos de real –$ 1,50– evitando que se mueran de hambre o asalten a turistas de otras nacionalidades: ese siempre fue el principal temor.
Hoy 2 mil de esos ‘argentos’ dicen haber sido robados y usan ese argumento para quedarse en Brasil: es curioso que sólo se haya robado a quienes no tenían nada y no a los más ricos…
Definitivamente los ‘argentos’ no tienen suerte. Por tanto, entre ser ‘argento’, tipo Victor Hugo o como los que estuvieron en Brasil agrediendo en tiempo completo, que se mostraron pre-conceptuosos, socialmente nocivos, improductivos al igual que quienes aparecieron en el obelisco destruyendo sin sentido a la hora de un festejo… o ser alemán, incluyendo el cantito bobo y la coreografía amateur de la conmemoración de su tetracampeonato mundial, elijo ser alemán. Sí, yo quiero ser alemán si esa es la alternativa. Rechazo la opción ‘argenta’. No quiero ser ‘argento’ de ningún modo.
Acepto casi que cualquier otra nacionalidad, pero ‘argento’ no. Por suerte conozco bien a un puñado de ar-gen-ti-nos que continúan trabajando para que el país vuelva a ser lo que los calendarios se llevaron, y como también preciso ser optimista, creo entonces que un día, no mañana, un día que seguramente yo ya no veré, esos argentinos triunfarán, los ‘argentos’ desaparecerán de la faz de la Tierra, y los gauchos podrán levantar la cabeza y no apenas una Copa de fútbol.

IN TEMPORE: seguiré escribiendo; la Argentina no fue campeón mundial tal como pronostiqué poniendo en juego la continuidad de esta columna.
(*) Director Perfil Brasil, creador de SóloFútbol y autor de Archivo [sin] Final.
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De 442, 17/07/2014

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