Friday, October 31, 2014

Tesoros y secretos del Acre boliviano en la historiografía de José Salmón Ballivián



© Wilson García Mérida | Redacción Sol de Pando
       Que había otros indígenas tacanas como Juan de Dios Aguada, además de Bruno Racua, protagonizando con igual maestría y valor la expulsión, a flechazo limpio, de los brasileños de Puerto Bahía (hoy Cobija); que el descubrimiento de Cachuela Esperanza se produjo, casualmente, un 11 de octubre —día en que conmemora la Batalla de Bahía—, pero 22 años antes de la guerra; que Cobija era una ciudad que parecía existir en la dimensión desconocida, donde el tiempo transcurría diez veces más lento que en el resto de Bolivia… Secretos que la memoria enterró en su silencio y su lejanía, pero reviven con fantástica exactitud histórica en cada una de las páginas del libro “Por tierras  calientes: Impresiones, anécdotas e iniciativas referentes al Beni y Noroeste” publicado en 1928. Su autor: el médico, músico, escritor y explorador paceño José Salmón Ballivián.
El periodista Carlos Soria Galvarro tuvo a bien donar a Sol de Pando un ejemplar original de aquel libro compilado junto a otras obras del escritor.  Se trata de un volumen empastado que incluye dos libros de José Salmón Ballivián sobre la Amazonia boliviana, publicados antes de la Guerra del Chaco: “Por Tierras Calientes…” y “El Hombre de los Bosques – Cuentos Tropicales de Yungas, Santa Cruz, Beni, Acre, Caupolicán”.
Ambos libros delicadamente compilados bajo una tapa dura de agradable rugosidad, mantienen la dedicatoria original con puño y letra del autor a don Felipe Terán, el abuelo de Carlos Soria Galvarro y dueño original de aquel tomo que el nieto nos obsequió con cariño de auténtico camarada.
Salmón Ballivián era un liberal paceño, talentoso músico además, que ofició como Delegado en el Territorio Nacional de Colonias —muchísimo antes de la creación de Pando—, y también transitó como servidor público en lugares como Riberalta, Reyes y Trinidad. Su conocimiento sobre la realidad amazónica del país de aquel momento le permitió imaginar un futuro de esa tierra boliviana, que, ahora, aún en este siglo XXI, sigue siendo adelantado para su tiempo.
Nuestro paradójico país, escribió, “es un pequeño mundo aparte que tiene su polo y su ecuador propios… Pero muy al contrario de lo que pudiera creer un extranjero, el polo de Bolivia, en sus grandes montañas, glaciares y páramos, está bien habitado; al paso que su ecuador, bosques enormes, llanuras inmensas y ríos navegables, está deshabitado”.
Para quienes gustamos comparar Beni con Pando como quien goza diferenciando sus manjares, José Salmón hizo la suya con lucidez propia del verdadero conocedor: “El Beni es muy inundadizo por sus planos muy bajos, en forma que cuando llega la creciente, todas aquellas pampas y bosques se llenan de agua, pereciendo gran parte del ganado que no ha podido refugiarse en las pocas alturas del Mamoré. En cambio el Noroeste está libre de este inconveniente y goza de otras ventajas: cuenta con grandes extensiones elevadas, de mejor clima, vegetación sencillamente extraordinaria”.
Se puede asegurar sin hipérbole, escribió Salmón en ese texto de 1928, “que el porvenir de Bolivia se encuentra en estas regiones tropicales a las que la naturaleza les ha dotado de sus mejores galas y dones. Señores bolivianos, hay que conservarlas, poblarlas, explotarlas y sobre todo cuidarlas…”.
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De SOL DE PANDO, 30/10/2014

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