Monday, December 1, 2014

Ligar las trompas, o cogerse una ídem

Mercedes de Pablos

Noto a las feministas muy sensibles. Es cierto que llevan meses siendo llamadas asesinas por el debate abierto, después de tantos años, con el proyecto de ley del malogrado Gallardón, otrora ejemplo de animal político y tolerante. Es verdad que, a pesar de los golpes de pecho cada vez que una mujer es asesinada, la inversión en prevención y atención a  las víctimas no se corresponde con el discurso compungido del Gobierno. Sabido es que las crisis económicas golpean siempre a los más débiles y que, en esa escala de fragilidad, el eslabón más quebradizo son precisamente las mujeres y sus derechos. Pero no es para tanto.
Total, cómo se ponen porque algún economista, con camisa de rayas con puños de otro color, haya hecho las cuentas y descubra que el paro ha crecido porque unas caprichosas, que antes estaban divinamente en casa, han venido e engrosar, como hordas del Norte, la Encuesta de Población Activa. Qué manía: sin negros, ni rumanos, ni mujeres las cifras del paro no serían, en modo alguno, tan escandalosas.
Y es que están a la que salta. ¿Que un alcalde, campechano como un rey, se relaja y confiesa que coincidir en el ascensor con una señora supone un serio peligro para su fama de caballero, por la tentación de la dama de acusarle en falso de faltón? Ea, ya se lía. Y salen todas desmadejadas y desmelenadas a llamarle machista, qué cansinas, y a denunciar la banalización de la violencia sexual, estadística en mano.
Como si no supiéramos, según el añejo refrán, que las mujeres no saben de números, y que la única cuenta que les atañe, los nueve meses del embarazo, siempre les salen mal. Esa chanza de galeno ocurrente se está perdiendo, y es una pena, costumbres que marchitan nuestra imagen, qué lastima, como la bella tradición de escupir en el suelo o palparse las partes cuando se habla. ¡Ay, cuanto daño han hecho los ICom, la metrosexualidad y los pantalones pitillos¡ A este paso no se va a distinguir a un verdadero hombre de una nenaza, aunque le cuelgue lo más grande entre las piernas.
Insisto, qué hipersensibilidad, el del mujerío y sus compinches. No puede uno despacharse a  gusto sin que te asalte la policía de lo políticamente correcto, cuando la libertad, esa de verdad, la fetén, es hablar con el corazón en la mano, siempre que no se sea independentista, de izquierdas, antitaurino o amante de la danza contemporánea. Una cosa es la libre expresión y otra la mamarrachada.
La última víctima de esta histeria colectiva ha sido la muy sincera  (otra contradicción de los progres, mucha loa a la sinceridad pero luego se ponen como motos)  presidenta del Círculo de Empresarios, la hoy ya muy famosa Mónica de Oriol.
La señora ha llamado a las cosas por su nombre: contratar a una mujer en edad fértil, de 25 a 40 años, es muy peligroso. Que además de trabajadoras pueden llegar a tener vida privada y hasta íntima y, ay, concebir, y parir  y pedirse una baja, y hasta que se le pongan malos los retoños, o que tenga que pedir un día libre por la escolarización de la criatura. Todo el mundo sabe que los hombres no enferman y, afortunadamente son muy pocos, a pesar de las malas influencias de individuos como Miguel Lorente o José Ángel Lozoya, los que reivindican el permiso parental o el derecho de compartir los cuidados de hijos y de casa.
Pobre Mónica… hasta Fátima Báñez (que debe compartir peluquero, según lucen las dos) ha salido a pegarle la bronca. Mojigatos. Cobardes. Hipócritas. Lo suyo, enarbolando la bandera de la sinceridad, y desde la defensa patriota de la generación de la riqueza, es pedirle a las mujeres que elijan.  O son madres y cumplen con su honroso papel de continuadoras de la especie, o se ligan las trompas si quieren trabajar. O sopa o teta. Lo demás es parcheo.
¿Que les parece toda esta perorata una exageración? Es posible. Con la que está cayendo dan ganas de darse a la bebida. Y ligarse una trompa, pero de Calisay. Total, hay delirium tremens bastante más pacíficos que este chaparrón de despropósitos y desvergüenzas que vemos cada día, aunque no probemos una gota de alcohol.

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De su columna La patera rosa en ANDALUCES.ES, 05/10/2014

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