Wednesday, April 13, 2016

Julieta, un (gran) film de Pedro Almodóvar

MARIO CRESPO

Hacía más de una década que Almodóvar no firmaba una película redonda; aun habiendo realizado películas notables, solía arruinar sus buenas ideas y su gran dirección con desmanes de guión, finales rocambolescos, falta de verosimilitud, recursos “Deus ex machina” o secuencias inútiles. En Julieta nos encontramos sin embargo con una película construida desde la sencillez: pocos personajes, una historia retrospectiva y muchos guiños al arte y al cine clásico. Un film que explora los secretos ocultos del pasado y que basa en ellos la capacidad de sorprender; los hallazgos de la trama. Una historia que se apoya en símbolos y metáforas y que, como de costumbre, muestra una visualidad y un uso del color que conduce al gozo estético. 

Repasemos: Julieta es una mujer madura de clase media-alta que de repente un día decide abandonar a su pareja e irse a vivir sola a un piso donde residió años atrás. Una mañana, al salir a la calle, se topa por casualidad con una vieja amiga de su hija Antía, a quien no ve desde hace varios años. La información que ésta le da desencadenará el argumento. Este momento supondrá por tanto la primera pinza del guión y articulará la trama; a partir de aquí la protagonista (encarnada por una renacida Emma Suárez) comienza a escribir un diario para su hija en la que le contará su dramática historia (todo el segundo acto). Como queda patente, Almodóvar regresa al melodrama. Aunque en este caso, y a diferencia de Todo sobre mi madre, a un melodrama clásico que se sostiene gracias a la sobriedad de los elementos.

Subyace bajo la historia un tema que se mantiene como una constante y que sólo se resolverá al final. Me refiero al sentimiento de culpa como generador de conflictos. La culpa entendida desde el punto de vista cristiano-espiritual, pero también la culpa como desgracia provocada por un error tonto, una discusión, un desliz. Y como derivado de la culpa, aparecen las consecuencias. En muchos casos dramáticas. 

Cabe reseñar el gran personaje interpretado por Rossy De Palma, una vieja y amargada gallega que, aun siendo secundaria, tendrá un papel determinante en el desarrollo de la trama. Además, su presencia, combinada con la música y los efectos de sonido, añade un punto de misterio y terror al realismo sobre el que está cimentada la historia. Una atmósfera de suspense que mira a Hitchcock y que sobrevuela toda la película equilibrándose a la perfección con el realismo.


Quizá lo menos verosímil, o lo más criticable, sea el exagerado nivel de desgracia que cae sobre la protagonista, pero, aunque parezca mentira, conozco a algunas personas que han sido golpeadas por la desgracia en igual medida, pues cuando ésta se ceba con uno, no tiene piedad.

La película finaliza con una suerte de moraleja que sabe a cuento. Y es que la historia está basada en tres relatos de la premio Nobel Alice Munro. 

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De EL VIENTO QUE AGITA LA CEBADA (blog del autor), 13/04/2016

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