Monday, April 4, 2016

Un domingo para olvidar con pan casero

JOSÉ CRESPO ARTEAGA

Hoy, domingo 3 de abril, de esos más calurosos que se recuerden, finalmente salió la gran familia cochabambina a pedalear al unísono para descontaminar la ciudad de humo automotor y llenarla de basura tal cual mandan los cánones del comportamiento en manada. Las autoridades ediles prometieron que iban a bajar hasta los decibelios de sus conciertos al aire libre y el atronar de sus amplificaciones que despliegan en plazas dizque para amenizar la jornada. Como que a pocas cuadras de casa, en la Subalcaldía correspondiente desde una tarima jodieron la tranquilidad de los vecinos convocando a concursos y otros jueguitos infantiles. La paz acústica no entra en los planes de estos limpiadores planetarios.

Con una temperatura que fácilmente oscilaba entre los 30 grados, pues el verano se resiste a irse y ya no hay humedad porque las lluvias se interrumpieron de sopetón, era de locos ir a asolearse como bañistas sin playa. Desde las 9 de la mañana a las 5 de la tarde nos tuvimos que recluir dentro de casa porque no había otro remedio. En la vecindad humearon las grasientas parrillas y algún vecino limpió por una bendita vez su acera invadida por la hierba. Limpiar los barrios de canto a canto o de k’uchu a k’uchu como canturreaba cierto alcalde de cuya jeta no quiero acordarme, tendría más sentido cívico y mensaje ecologista que llenar la ciudad de consumidores de comida al paso y ferias de barrio ambulantes. Mañana ya verán cuanto trabajo extra tendrán los trabajadores de la basura.

Como no había nada que hacer, pasado el mediodía, unos primos propusieron hacer pan en su horno de barro que tienen construido en un rincón de su patio. Como soy vecino inmediato, no me hago mayor problema para colaborarlos aunque sea en la suculenta tarea de ayudar a dar fin con los panes. Porque de amasar yo no tengo ni peregrina idea, ni mucho menos de hornear, a lo sumo dar algo de charla al panadero mientras esperamos que los panes maduren en el horno. Con todo, por lo menos hice mis intentos de aplanar las bolas de masa y contribuí valiosamente con mis manos enmantecadas a dar una pasada y luego trinchar cada pieza para que no se hinchen durante la cocción y salgan como tablitas, que es como en la familia nos gusta sobremanera.

El pan está todavía caliente, mientras termino estas líneas. Me he llevado a casa mi ración cual si fuera un tesoro. Más tarde le haré el honor de degustar su crocante sabor con un buen queso y café retinto. Ahora con su permiso, que me han desafiado a las siete y treinta a un partidito de fútbol cerca del barrio. Quiero contribuir a salvar el planeta con mi sudor. Ojalá no quede descoyuntado después de tantísimo tiempo que no desempolvo los botines. 

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De EL PERRO ROJO (blog del autor), 03/04/2016

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