Thursday, June 23, 2016

Año Nuevo Andino Amazónico... ¿y marciano?

JOSÉ CRESPO ARTEAGA

Llegaba con frío inusitado el Año Nuevo Andino Amazónico que, como los programas informáticos, acaba de actualizarse con el parche de “y Chaqueño”, según vi en algún titular de televisión, seguramente para embolsarlos a los matacos, tobas y otros pueblos tupi-guaraníes en la chacota festiva de apuntar los dedos al sol para recargar energías. No salía de mi asombro ante la noticia de que cada año van apareciendo más “lugares sagrados” (traspasado la veintena y el conteo sigue) que los del mismísimo Islam, para seguir atrapando turistas del Viejo Mundo y del vecindario sudamericano, amén de los citadinos perezosos, para quienes se habilitó la colina de La Coronilla en pleno centro cochabambino. Peregrinar (deporte boliviano por excelencia) ya sale barato, del catre al cerrito median dos pasos.

Eso sí, a correr se dijo para ser ungidos en la frente con la sangre de una llamita recién degollada para que nos traiga suerte, aseguran sus profetas. Y comer doce chuños y estrenar calzón pluricolor, la wiphatanga, se rumorea en el aire. Porque 5.524 años no son poca cosa, aunque no haya ni una muesca en las piedras ancestrales que señale tal conteo, y según le oí a una socióloga u otra estudiosa de ocios sociales, que el cálculo de tal data es más bien pesimista, pues otras “investigaciones” señalan que andamos por el año cuarenta mil y pico, más antiquísimo que la Atlántida y Tiwanacu juntos. Así que, mientras los antepasados de los europeos vivían en cuevas y luchaban con huesos, entre gruñidos; al otro lado del océano, las culturas americanas ya florecían, especialmente los aymaras, el pueblo predestinado, que ondeando la pureza de origen (el originalísimo barniz de llamarse “originarios”) pretende revivir viejas glorias de un pasado dudoso. Tan neblinoso que no aportaron al progreso humano ni un mísero clavo o rudimentos de escritura. Pero hete ahí, proclamando a los cuatro vientos su “sabiduría milenaria” dispuesta a trastocar conocimientos científicos.

Desde que hace una década se iniciaron los jolgorios como política de Estado, se esperaba que la plana mayor del reino plurinacional se trasladara a Tiwanacu, incluyendo mucamas, eunucos y otros cortesanos. Todos estos años, aquel escenario rebosaba de público variopinto, desde Ponchos Rojos a escuadras militares y cordones policiales. Delegaciones diplomáticas, embajadores, funcionarios extranjeros, eran conducidos en lujosas vagonetas a la gran ceremonia. Amautas, chamanes, adivinos, futurólogos y demás sacerdotes de nuevo cuño proliferaban por el lugar y se repartían los oficios. No faltaban ni los heraldos que cada cierto tiempo soplaban sus caracolas anunciando la llegada de los rayos solares. Y el extenso populacho, mezcla de turistas urbanos y gringos mochileros, se extasiaba con los sahumerios y demás ritos que adormecen los sentidos.

Pero extrañamente en esta ocasión no hubo tal aquelarre, por lo menos no en la proporción que se esperaba. Supuso un alivio para las arcas del Estado, agotadas de tanto financiar grandilocuentes parafernalias que solo aportan al mundo su componente folclórico y exótico en desmedro de urgentes necesidades. No es que el régimen se haya conmovido de las privaciones del pueblo (los discapacitados llevan ya cuatro meses durmiendo sobre el pavimento sin torcer el brazo al Gobierno), sino que efectuar las celebraciones sin el caudillo no tiene chiste. Por ello redujeron la fiesta a una escueta ceremonia en la Casa Presidencial donde Su Excelencia tuvo que resignarse a salir en traje de paisano y apoyado en su muleta de fisioterapia. La maldición de los discapacitados había incapacitado la rodilla goleadora del Messi de Orinoca, suena el rumor en la calle.

Así pues, el feriado de pacotilla tuvo la virtud de malograr toda la semana. Brillante manera de sabotear la productividad de un país que necesita sacudirse de estas interrupciones, paros, huelgas, fiestas patronales y demás taras distractivas. A modo de augurio de buen año, el vicepresidente jugando al matemático, aseguró que entre 2025 y 2028 alcanzaremos a la economía chilena. Así no. Ni en mil años que piensa durar -en calidad de momia- el Insustituible, como hace poco lo calificó la inefable presidenta de la Cámara de Diputados. 


El Insustituible y sus adulones, a la espera de los rayos solares
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De EL PERRO ROJO (blog del autor), 22/06/2016


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