Tuesday, June 28, 2016

Diez maneras de olvidarse de Lionel

PABLO CINGOLANI

1. Acordarse de Houseman, de René Orlando Houseman, un villero que se volvió futbolista, un futbolista que se volvió gladiador, un gladiador que bailaba vals y cumbia en la cancha y se convirtió, el mismo, su piel, lastimada de pobreza, en un poema a la destreza, a la astucia, la picardía y la sensibilidad humanas.

2. Acordarse de Carrascosa, que también era capitán –el “gran capitán” le decían- de la selección argentina, y renunció a la capitanía, la gloria y al fútbol mismo, porque no quiso mancharse con la sangre del pueblo de su patria que los militares de la dictadura de Videla estaban derramando por todos los rincones de la Argentina, la misma Argentina, por si acaso.

3. Escuchar cualquier disco de Pappo´s Blues a todo volumen, pero especialmente escuchar el tema Desconfío de la vida, y no llorar, aguantárselo. Rebotar esos sones, esos blues, con la versión solista de Gimme Shelter –Dame refugio- de Keith Richards. El riff, ese riff, levanta muertos, convicciones, pueblos. Ese riff, me lo regaló mi hermano Ricardo Labanca, Q.E.P.D., y que, yo sé, está puteando desde el cielo.

4. Invitar a los amigos a comerse un asado –con mucha achura, mucho chimichurri, ajo, ají- y tomar suficiente vino (si querés: Malbec, bien del Sur) y luego como postre, obviamente (en mi caso, al menos), cantar a voz en cuello, y todos juntos, la Marcha de los Muchachos Peronistas, esa que inmortalizó Hugo del Carril y millones de gargantas de siete generaciones.

5. Apagar la tele para dejar de escuchar las babosadas del tipo “todos quieren que M. vuelva”, babosadas babasónicas que repiten babosos como Macri o como Tinelli: por mí, que renuncien todos, que se vayan todos, no ganamos nada y construimos menos con tanto lloriqueo mediático y gubernamental. Sinceros siempre fuimos nosotros, no ellos.

6. Reconocer, che, que Chile nos ganó el partido, que no ganó la copa por sorteo o por bula papal. Nosotros, perdimos. ¡Salud, mis hermanos y vivan Lautaro y Caupolicán (y Salvador Allende, claro)!

7. Viajar, física o mentalmente, hasta el medio de la puna, o más cerca: hasta el mar, hasta San Clemente del Tuyú, y gritar, gritar bien fuerte: Diegooooooooooooo!!!! (No sé porqué pero me puse a llorar, escribiendo el nombre de El Más Grande)

8. Acordarse de Obama, de la Merkel, de Hollande, de Rajoy, de Putin, de los chinos. De todos los capitalistas que fogonean el fútbol para que te reviente el hígado y ellos abulten chequeras con mundiales en Qatar o en la luna, si fuera el caso. Acordarse, especialmente, de Kissinger, que vino a la final del mundial 78 a la Argentina, y que mientras Kempes metía sus golcitos, los milicos amenazaban con fusilar a los compañeros militantes montoneros. Como anexo sensible, leer el cuento de Osvaldo Soriano titulado El hijo de Butch Cassidy, que empieza así: “El Mundial de 1942 no figura en ningún libro de historia pero se jugó en la Patagonia argentina sin sponsors ni periodistas y en la final ocurrieron cosas tan extrañas como que se jugó sin descanso durante un día y una noche, los arcos y la pelota desaparecieron y el temerario hijo de Butch Cassidy despojó a Italia de todos sus títulos”. ¡Cómo te extraño, Osvaldo!

9.  Recordar que cuando nos echaron en el mundial 74, en la RFA, la extinta República Federal de Alemania, los muchachos dijeron que perdieron porque los afectó la muerte de Perón (al menos, argumentativamente, era algo más convincente que la nada de hoy día, ¿o no?)

10. Si todo lo anterior no te funciona, Santa Maradona, mi hermano, Santa Maradona. Manu Chao, la tenía clara y vos, perdóname, vos sos un pelotudo (que volverías a votar por Macri, además) y a seguir creyendo que el Steve Jobs de la pelota, nos va a salvar de la esterilidad, la brutalidad, la inconsistencia inhumana del sistema. El futbol se automatizó. Nietzsche diría: el futbol ha muerto, ¡viva el súper Diego! (que si no nació aún, ya nacerá, porque como dice la cueca del Nilo: no hay mal que dure cien años/ni pueblo que lo resista!)


Río Abajo, 28 de junio de 2016

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Fotografía: René Houseman con la camiseta de la selección argentina


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