Thursday, July 21, 2016

Poesía y desgarro

LYGIA FAGUNDES TELLES

El que haya visto una cascada de agua en Brasil seguramente estará de acuerdo conmigo: la obra de Jorge Amado tiene esa misma fuerza brutal del agua llena de espuma que se precipita con una fuerza incontenible. E inevitable. Sin embargo, atención: la belleza poética de esa imagen no impide sentir que la intención del escritor es política o ideológica. Un escritor que es un testigo valiente y participa de una época y una sociedad. Un escritor que, con un estilo muy a menudo poético, impregnado de lirismo, nombra y denuncia los males de esa sociedad y esa época.


En una declaración sobre su obra, Jorge Amado afirma: "Mis personajes derivan de la suma de las personas que forman parte de mi vida". Así, de la realidad a la ficción, vemos deambular por sus novelas y cuentos a la gente real de Brasil: trabajadores y desocupados; niños con toda la gracia triste de un pueblo que en ocasiones es tan alegre; ¡ah! el carnaval... De un pueblo que podrá ser alegre (como escribió un joven músico), pero no es feliz.


¡Los fabulosos personajes de Jorge Amado! En ese desfile vemos pasar a los poderosos dirigentes políticos locales y también a las prostitutas. Vemos a las damas puritanas y a los libertinos. Vemos a los soñadores apasionados y a los canallas. En resumen, esta muestra de la especie humana es de una riqueza extraordinaria.


El escritor construye con seriedad una obra comprometida. Al ritmo del mar, que a veces es implacable y, en ocasiones, dulce como una balada, en medio del exuberante escenario brasileño de una naturaleza pródiga y generosa, Jorge Amado teje los hilos de su denuncia. Seduce para denunciar, ríe para revelar su inconformismo respecto de nuestro sistema político, que es terriblemente injusto. ¡Un país de contrastes!, dicen los turistas, esos seres volubles que, según el poeta Drummond de Andrade, descansan en la playa, se untan el cuerpo con aceites perfumados y olvidan. El escritor, sin embargo, es consciente de que, en esos famosos contrastes (opulencia y miseria), late el corazón indignado de la nación.


Podríamos dividir la obra de Jorge Amado en dos etapas: en la primera, yo ubicaría sus primeras novelas, esas que me apasionaron cuando era una joven estudiante: JubiabMar muerto y Tierras del sin fin. Son las llamadas novelas de Bahía. En un reciente trabajo sobre nuestra literatura, el profesor y crítico Alderado Castello habla mucho de esos textos inspirados en corrientes políticas y sociales que empezaban a aparecer entonces: "Así, de narración en narración, se van acentuando la ternura y el sentimiento lírico que traducen el amor del autor a su país, sin que por ello se vean afectados el contenido crítico y la intención de denunciar, de combatir y de cambiar". Son esos libros en que "la tierra se nutre de sangre", testimonio de los campesinos que la doblegaron.


En la segunda etapa, quiero destacar dos hermosos libros, Gabriela, clavo y canela y La muerte y la muerte de Quincas Berro Dagua, ambos admirables. Con extraordinaria espontaneidad y mucha inteligencia, el escritor acentúa el erotismo y desafía al puritanismo. Es un universo divertido y, al mismo tiempo, desgarrador. Doloroso. Un universo que nos hace llorar y reír y que, finalmente, nos ofrece como compensación el consuelo del arte.


Le Monde y Clarín, 2001. Traducción de Cecilia Beltramo. 

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De CLARÍN, 12/08/2001

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