Wednesday, November 16, 2016

Bolivianos allende fronteras (Observación y autocrítica de actitudes recurrentes). Parte I

FIDEL CARLOS FLORES

Desde 1981 radico en el exterior. Estuve en distintos momentos/circunstancias en varios países, sin embargo me establecí en el extremo norte de América Latina (México). Y allí continúo residiendo (razones universitarias, luego familiares) las dos terceras partes de mi vida, con algunos lapsos.

Desde un inicio me integré a la dinámica citadina con todos sus matices (positivos/negativos) y aunque la nostalgia por el pueblo natal (“Pago” en el caso del Chaco) y Bolivia en general se presentaba de vez en cuando, mi curiosidad adolescente y mimética me condujo por otros rumbos. Allí también conocí dramas de inmigrantes contemporáneos, y aunque siempre conservé un perfil bajo, mi observación se fue agudizando (luego me serviría para recapitular y escribir), y la mirada cambió. Ver al país desde afuera, a través del tiempo: Estudios y realidades (económico/políticos y sociales) diferentes, además de tragedias como el terremoto de 1985, derivó en una apreciación con mayor nitidez y sensibilidad.

A inicios de los ochenta no entendía el “duelo” social que según sicólogos, sufren exiliados y transterrados. Es un duelo –decían- con sensación de pérdida, de estar y no estar. Una subjetividad contradictoria que comprendí mucho tiempo después en lugares (extremos) con idioma y contextos distintos.

Hace unos días ocurrieron dos hechos, primero leí un texto del escritor boliviano Claudio Ferrufino-Coqueugniot, donde relata circunstancias parecidas (después platiqué con el vía telefónica), y segundo me reencontré en el metro Hidalgo con Renato Berrios (conocido como “Pajarito”) después de casi 25 años. Dichas circunstancias me transportaron en retrospectiva, a lo que había observado décadas atrás.

Entre café y café con Renato rememoramos a bolivianos que pasaron por este país, los últimos 35 años, entre ellos el vicepresidente actual y el ministro Marko Machicao, titular de Cultura, además de destacados políticos, artistas, médicos, deportistas, escritores y trabajadores. Justo al abordar el tema “la idiosincrasia del  boliviano” hubo varias coincidencias, no solo con mi interlocutor, sino que antes había concordado opinión con expatriados en distintos países y zonas (norte y sur de México, Estados Unidos, España, etc).

Así inicié una retrospectiva que antaño observé, mientras releía el texto de Ferrufino-Coqueugniot, donde narra:

“En el asunto de las fiestas de diciembre, sumado al frío infernal (donde me encuentro), hace pensar en lo que uno dejó atrás, los maletines de la diáspora, el recuerdo, los vivos, los idos, lo que no se hizo y lo que se pudo hacer. ¿Es para siempre? La respuesta suele ser vaga como la pregunta misma…”

En otra parte destaca:

“…y en los encuentros entre bolivianos nos olisqueamos como perros desconfiados. Con recelo y sentimientos bajos. Compatriotas enemigos y de pronto compatriotas fraternos, solidarios, recordables y risueñamente próximos. Amigos que de borrachos te cantan odios (que te tienen), y que luego te besan y que en algún momento se harían matar por ti y en otro correrían abandonándote a tu suerte. Pero que en la fiesta, y en la divinidad del alcohol trashuman contigo por mundos ajenos al mundanal ruido, a la modernidad, donde el entorno salvaje nos hermana, y entre hermanos bebemos, para olvidar y acordarnos”.

En 1982 conocí, a un sector de exiliados que nunca asimilaron estar en otro país, totalmente devastados y ausentes, vivían en pequeños cuartos con literas (Centro Histórico) caminaban con exacerbado temor (la dictadura militar nos había impactado a todos de alguna manera), los compatriotas afectados y ensimismados criticaban la cotidianidad chilanga, al extremo de no comer platillos tradicionales, ni siquiera tortillas. Regresar a Bolivia –entonces- era una obsesión, incluso conservaban la hora boliviana (2 horas de diferencia). En sí, no habían comprendido la oportunidad de conocer una cultura alterna. Recuerdo entre ellos a dirigentes de la Central Obrera y miembros de base de partidos políticos perseguidos.

Por otro lado, en las reuniones/farras de estudiantes jugar “cacho” (dados) y beber cerveza obligatoriamente era frecuente con castigos y reglas importados del occidente de Bolivia, además de cantar temas folclóricos (“La caraqueña” y “Viva mi patria Bolivia” entre otros). Rememoro, también costumbres como derramar un poco de cerveza para la Pachamama y tomar “vasos completos” a vista y presión de los presentes. Al final todos bailaban desinhibidos (alcoholizados, pues) y alegres, claro si antes no había peleas, bromas crueles o se protagonizaba algún escándalo.

Visibilizar actitudes recurrentes o el reverso de la moneda (en esta mínima aproximación) no tiene por intención denostar, pretende ser apenas una reflexión autocrítica que busca precisar algunos aspectos que identifican al boliviano allende frontera, producto de herencia, origen y cultura. Claro, demonios internos incluidos (como en cualquier sociedad).

Por ejemplo, una ocasión un paisano que vivió en Nueva York (EEUU) dos décadas y media, al retornar al país (en un trasbordo aéreo ocasional) me platicó: “Los bolivianos (como los latinos), se convierten en explotadores de nuestros propios connacionales, se aprovechan al máximo porque conocen sus debilidades. Discriminan y a otros les falta identidad, por ejemplo coincidí con una familia que luego de obtener relativo éxito y papeles en regla hicieron lo imposible por olvidar su pasado, desde relacionarse con otras nacionalidades, hasta negar al propio país a pesar de sus propios rasgos, imagínate…”.

Posteriormente en la despedida informal de una compatriota mayor, al surgir la pregunta ¿Cómo definiríamos a los bolivianos que pasan por este país?, respondió: “No son recíprocos, en mi experiencia, al final siempre prevalece una constante; desagradecidos, desconfiados y mezquinos, salvo raras excepciones”.

Otro terció: “Cuando llegan se hacen los pobrecitos, agarran confianza y luego se pasan de vivos. Por ejemplo es común que antes de desaparecer, te pidan prestado”.

Y otro más: “En general, con muchas taras sociales, hipócrita, racista, envidioso, tacaño y conservador extremo. Por eso, yo de plano opté por alejarme de la comunidad de residentes”.
Las opiniones anteriores, con las cuales coincido solo en parte, me llevaron a releer el libro de Waldo Peña Cazas “Un rostro en la multitud. Retrato íntimo de un boliviano”. Editorial Los amigos del libro, La Paz 1984 (Premio Nacional “Héctor Cossio. Concurso Nacional de Ensayo).

Donde a manera de crónica en su introducción destaca:

“Nuestros modos de acción tienen su origen en una unidad de actitudes, sentimientos y motivaciones resultantes de una concepción del mundo a la vez instintiva y racional, y es importante conocer el por qué de esta conducta para afianzar nuestra conciencia étnica y el sentimiento del nos”.

“Ahora bien, para el estudio de la conducta humana, no es posible aplicar técnicas puras del laboratorio. En las ciencias sociales no se puede trabajar con probetas y cifras estadísticas puras, pues la deducción e intuición son quizás más importantes. Por otra parte, un estudio de esta naturaleza no puede ser científicamente objetiva, Este análisis surge como consecuencia de una desesperada e importante-aunque a veces esperanzada- observación. Mis apreciaciones son subjetivas e inevitablemente influidas por mis experiencias”.

Sin embargo, en su ensayo Peña Cazas evita quedarse atrapado en la subjetividad plana; es decir en la tendencia a juzgar hechos observados y situaciones que se contemplan en base a la emotividad, afectividad favorable o adversa que personas (o grupos) despiertan en nosotros. Evita también los estereotipos; es decir el consagrar imágenes simplificadas y cargadas de emoción que obstaculizan juicios, además de generalizaciones sin substancia que caricaturizan la realidad. Lo cual podría llevar- incluso- a la discriminación racial. El autor en consecuencia, evade esa postura.

También afirma:

“El estudio de los arquetipos morales, costumbres, tradición, etc., de nuestro pueblo puede ayudarnos a comprender el carácter nacional sobre el cual confluyen inmisericordemente fuerzas políticas, económicas y sociales configurando un panorama incomprensible para el observador extranjero y para el mismo boliviano. Es, entonces necesario conocer o visibilizar ciertos rasgos sobresalientes del carácter boliviano, con énfasis en los rasgos culturales. Bolivia es un pueblo en evolución, su metamorfosis recién ha empezado (en los 80s) y el boliviano tipo solo existe en forma larvada. No hay aún, un carácter nacional definido (y general) hay que encontrar elementos distintivos y conocer las fuerzas modeladoras. Es pues, importante conocer el porqué de nuestra conducta colectiva y mi intención es señalar pautas que nos ayuden a identificarnos y a valorar nuestro etnos, lo cual en conjunto nos hace ser nación”.

En el presente milenio (y por la crisis económica) la migración boliviana a Europa, sobre todo a España fue más intensa que en otros tiempos, los efectos y consecuencias de tales traslados se irán conociendo y paulatinamente estudiando; sin embargo la primera fase dejó una secuela de separaciones, familias desintegradas e hijos abandonados. Es el cruel costo migratorio en cualquier sociedad del mundo.

Pero también existen historias de solidaridad, inclusión, éxitos y reconocimientos a bolivianos por parte de sociedades que los acogen. Me refiero al lado positivo de la moneda, situación que reflejan con mucho tino, periodistas bolivianos en el mundo, los cuales buscan, entrevistan y cuentan dichas historias (dignas de conocerse). Entre ellos, nos informan Víctor Hugo Burgos, Edwin Pérez Uberhuaga, Susana Mamani, Carmen Osorio y Lilian Camacho.

Curiosamente los bolivianos que vivimos allende frontera cuando regresamos al país extrañamos la nación donde estuvimos y cuando volvemos a salir, nuevamente se añora Bolivia. Es decir, pareciese que quedamos atrapados en una especie de limbo o paréntesis de sentimientos encontrados.

Finalmente, en la última década el país transita por profundas transformaciones económicas y sociales, tal situación (en algunos casos) abrió la posibilidad del retorno de compatriotas. En este sentido, al visitar a un reconocido escritor (más de cuatro décadas de vivir en el exterior), y preguntarle si estaba seguro de regresar. Contundente y seguro me dijo: “claro que sí, a aportar hermanito y a morir…a morir”.

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De BOLIVIA EN MÉXICO, 13/11/2016

Fotografía: HOY


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