Tuesday, September 12, 2017

Cuando el terror es sangre falsa y pezones: sobre la película “Casting”

DANIEL AVERANGA MONTIEL

Si me matas, eso va a destruir tu vida. Siempre que cierres los ojos me verás. Voy a estar en tus pesadillas todas las noches, toda tu vida. Yo la voy a arruinar.
Paxton, hablando en alemán, en la película “Hostel”.

Torture-Porn, pero del pésimo. No hay otra palabra para definir la primera película de Denisse Arancibia y Juan Pablo Richter.

Para comenzar, discrepo totalmente con Arancibia cuando afirma que no fue intención de los realizadores bautizar a “Casting” (2010) como “(...) la primera película boliviana de terror” (¡su banderita fue esa desde el principio!), sino que querían “poder experimentar y explorar las posibilidades del género en cuanto a planos, colores y montaje” (www.aldeacultural.com). El problema de “Casting” fue, de entrada, esa publicidad que creó una expectativa que, al final, no mereció.

Pero ojo que “Casting” comienza tan bien, que uno espera algo más contundente que un grupo de amigos haciendo el ridículo. No puedo negar que los primeros veinte minutos son los mejores de la película. Las actuaciones, dejando de lado los gritos de Daniela Lema, son potentes, quizá lo único genuino de la película.

“Casting” comienza con una serie de escenas dispersas que sirven como antecedente de lo que será la película: un grupo de sopocachenses (o miraflorinos) se dedica a preparar una película de terror; y las entrevistas a los realizadores levantan las sospechas más significativas de lo que pasará. Se busca actriz, y por eso se hace un casting; pero lo que no se sabe, es que este casting será la película, o las películas, de hecho, porque después se descubre que estos cineastas enfermos filman las torturas reales de estas jovencitas.

Es pues, la conversación inicial que tienen estos muchachos con la protagonista, Daniela Lema, la que crea y consolida algo de lo que querían hacer originalmente. Uno espera que la película vaya por donde promete ir, pero todo es una ilusión.

¿Por qué? La película se pierde en conversaciones informativas-pastiche: Descubrimos los temores emocionales del camarógrafo, las intenciones oscuras de la torturadora, los abismos posibles del torturador (un gran Bernardo Arancibia, quizá el mejor actor de la cinta, después de Lema), para timarnos con un final de “reivindicación femenina”. El espectador trata de comprender la estupidez de los “malos” frente a la desesperación de la “buena”, y los bostezos, eso sí, no tardan.

Hasta cierta parte de la película uno espera algo fuera de lo normal, giros de tuerca que sí sean verosímiles, revelaciones inesperadas o tropiezos de ritmo que valgan la pena; pero no, no, no, no y no: tortura, liberación, redención y fin. Lugares comunes. Y decepción.

Y es que “Casting” fue una apuesta perdida. El Torture-Porn, ese género que se detiene exactamente entre la tortura y los pezones, inició casi el año en que se estrenó “Saw” (James Wan, 2004), y su intención primaria, al menos al principio, no fue la de solo mostrar violencia gráfica y desesperación frente al dolor, sino ir más allá: ¿Qué es el dolor? ¿Es humano el decidir sobre el dolor de otro ser humano?; tomando como muestra la cinta más significativa de este sub-género, “Hostel” (Eli Roth, 2005), el Torture-Porn no solo mostraba violencia y sexo a chorros, sino también subtexto en el guión, actuación y dirección: el miedo al otro, a la otra, la interculturalidad como infierno, el guiño a Sartré, etc.

El miedo o terror en “Casting” se limita a esos primeros y gloriosos veinte minutos, los mismos que sepultan la película y la consolidan como un producto pretencioso y una “mamada” real, porque ya lo dijo Stephen King una vez: “El último recurso para asustar al lector se da a través de la aversión”; en otras palabras, si no puedes crearle miedo, terror o dudas al lector (o espectador), asquéalo.

Y eso es lo que hace “Casting”, asquear con un discurso pseudo-feminista a medias desde la boca de la torturada, que termina en una venganza hollywoodense y por ende ridícula; ni los de Troma lo hubiesen hecho “peor”.

Si hablamos de discursos que sí valen la mención y que se dan en películas Torture-Porn, son los de “High Tension”, de Alexandre Ajá y “Martyrs”, de Pascal Laugier (ambos franceses, además de Alexandre Bustillo y Julien Maury, quienes hicieron la poderosa “À l'intérieur”), pues no usaron la violencia para sobrecoger al espectador, sino lo que se encontraba debajo de esa violencia; cosa específica y clave que no hace, ni intentándolo, “Casting”.

Ahora bien, siempre habrá el boliviano promedio, fan de Juan Carlos Valdivia, que se la pase apoyando al cine nacional, y que diga: “Ustedes no saben el esfuerzo que se hace pues, valoren aunque sea eso”. Algo así me respondió Leonel Fransezze cuando le pregunté por qué sus musicales zonasureños no son “composiciones originales”: El esfuerzo de los demás lo es todo.

Ese es el problema de los realizadores (de los artistas) bolivianos (o migrantes sudamericanos): creen que siendo hombres-orquesta la van a lograr; pero no, “Casting” no tiene un guión coherente; lo intenta, pero tras los logros técnicos y de montaje (que sí se notan), se siente la pestilencia de la caries en dirección y guión.

Aprendan de Jorge Sanjinés y lo que hizo con su equipo de trabajo en 1989, pues “La Nación Clandestina” da mucho más miedo con su final sobrenatural que toda la intentona fílmica de gente que piensa que tras un whitewashing clasemediero y gritos de matadero, puede hacerse “terror”.

Como último apunte, espero que “Las malcogidas” (la nueva película, esta vez “de humor”, de Arancibia) no sea un intento por crear personajes más que contar una historia; el tráiler se ve muy bien, bastante, comparado con su película de 2010.


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