Saturday, December 2, 2017

De Taras a Tarentum, soledades en el sur del Mediterráneo

MAURIZIO BAGATIN

Mar grande y mar piccolo: Magna Grecia en su esplendor, los dóricos iluminados fundaron esta belleza, como si un Séneca “engañoso” hubiera aconsejado a los dioses esta polis que adentro de su fuerza ha siempre conservado su debilidad, su inmensa belleza mediterránea y sus parásitos, el ILVA (el mayor centro siderúrgico de Europa) y la Marina Militar.                         

Melancolía a mil kilómetros de mi tierra, diez y siete años (¿se puede ser serios?): higos de la India a cada estación del tren… Gioia del Colle, Castellaneta, Massafra - al megáfono del contralor salía de su voz Massaua, de Eritrea - Taranto… llegaba, casi saudade de un sur imposible, de todas las imposibilidades del sur: parménidea ciudad, voraz de todos los hombres y de todas las mujeres, sueños y promesas de marineros: allí un día y mañana a donde sea…                  

Falanto respondió al oráculo de Delfos: “Cuando veas caer la lluvia desde el cielo despejado, conquistarás territorio y ciudad”, Falanto viendo llorar su esposa, Ethra (cielo sereno en griego), creyó que el oráculo se había cumplido y fundó su ciudad, a la cual puso el nombre de Saturo, ciudad que sigue existiendo a unos 15 kilómetros de Taranto… San Vito, Lama, Grottaglie, el petricor fascinante que respiras y te invade como una droga o un licor fuerte o una visión: femme fatale en la Paola de las tardes en el Lungomare o en Villa Peripato (todo fue peripatético… entre nosotros), pasear medio burgués que terminaba en largos besuqueos frente a estatuas con las miradas de unos mitos irremontables.                                                                            

Taranto fue mi primer realismo mágico, 1985, el año del gran frío, y un viaje alucinante con 35º de excursión térmica, salí prácticamente congelado, días después de haber sepultado mi abuela, en aquel enero siberiano y llegué a un rincón del jardín de Europa adonde pieles blancas buscaban su sol omnipresente… África, Grecia y el Mediterráneo presentes.                       

Vean las películas de Edoardo Winspeare, estos tiros al blanco en medio de la noche y luego prepárense un plato de spaghetti con calamares, y miren el negro de estos moluscos, el negro es el negro de los pulmones de los habitantes de Taranto, el sabor es la poesía de sus imágenes, crudas y profundas, sinceras y primordiales. Esta tierra fue y ahora quiere volver a ser, Carlo Cafiero vio la luz muy cerca de ella: “El obrero ha hecho todo; y puede destruir todo, porque todo puede volver hacer”.                                                                                                                           

En las noches de verano Pegaso parecía sonreírme y yo, mirando hacia el Jonio, viajaba con Ulises, enfrentaba cíclopes y atraído por una Lighea imaginaria (o no) me dejaba llevar para que el húmedo invierno sea más tenue… menos metalúrgico, más marinero.
Octubre 2017 

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Imagen: Taranto, ciudad vieja

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