Wednesday, January 3, 2018

Vedi Neapolis e poi muori

MAURIZIO BAGATIN

La ciudad porosa ha absorbido todo lo que pudo, ha aceptado todo lo que en ella ha penetrado, se ha quedado con mucho de lo que no quiso irse… un paraíso habitado por diablos, diablos que han generado la plebe, una plebe que, según Montesquieu, en Nápoles es más pueblo que en cualquier otro lugar… ciudad de los Welfare populares: la pizza “a ogge a otto” se compra y se come hoy pero se paga después de ocho días, el famoso “caffè lasciato”, el café que se pide en un cualquier bar napolitano y no se paga porque alguien ya lo lasció pagado. Miseria de las malas políticas y nobleza en la Via Toledo de la Belle epoque, dialecto hablado con gestas y musicalidad, sabores intensos y olores únicos en los Barrios españoles y en Mergellina, y así superstición en el cuerno de la suerte y milagros en “La sangre se ha disuelto” de San Gennaro,  la smorfia napolitana con los números de la cábala, hambre surrealista en Miseria e nobiltá de Eduardo Scarpetta, y así miedo y egoísmo, codicia y sensaciones de riqueza en La piel de Curzio Malaparte.                               

Nápoles es mil canciones y es mil colores, el humus de su plebe es un mestizaje hecho de griegos, romanos y bizantinos, longobardos, nórmanos y suevos, franceses, aragoneses y españoles, austriacos… e italianos; su incomparable belleza desde el balcón del terminator Vesevo de Leopardi. Sus vicios y sus virtudes, camorra e invención diaria de la vida. Los españoles no lograron imponer ningún tribunal de la inquisición intra moenia (adentro de los muros de la polis partenopea…) y así tampoco el gueto: para la plebe los hombres son fundamentalmente iguales; en Nápoles no existió la corrida y hasta en la criminalidad es sui generis, la camorra no es secreta, todo el mundo conoce a los camorristas, adonde viven y quiénes son sus hombres…                                                                                                                                  

Quien puso pie en esta ciudad quedó encantado: Stendhal siguió en su fábula hecha síndrome, Walter Benjamín se hizo geólogo gracias a su poder de absorción, Virgilio y Leopardi la siguen admirando desde Posillipo, Dostoievski la vio como una nueva Jerusalén… Carolina Bonaparte hipnotizada por sus bellezas se hizo Condesa de Lipona (Condesa de un anagrama), a Degas le gustaba deleitar sus amigos con la aventura ocurrida en una de sus estadías en Nápoles, cuando unos mariuolo les sustrajeron su billetera, gracias a su siempre pronta tempestividad de acción. Napoli creo sea la única ciudad en el mundo que puede irse a dormir frente a su golfo y despertarse en cualquier otro lugar de la tierra, no extrañaría nada y se adaptaría al instante a todo, Neapolis es urbe catastrófica y catastrofista, la de los problemas irresueltos e irresolubles, es la de los tres millones de almas que viven bajo un volcán vivo, es la que en 1799 hizo la revolución más atípica de toda la historia, la revolución que devolvió los poderes al rey… es la ciudad del mayor filosofo de todos los sures del mundo: Pulcinella, tragicomedia y poesía adonde el sueño es saber de existir, bloquear un barrio para festejar la salida de la cárcel de un hijo, es tener Maradona como rey y grafitear el muro de cinta del cementerio de Soccavo (barrio adonde se entrenaba el equipo del Nápoles en aquellos años dorados) con la frase: “Non sapete cosa vi siete persi” (No saben lo que se han perdido).                                                            
Nápoles es también pizza e mandolino pero es sobre todo la poesía de Salvatore Di Giacomo, es el Pulcinella de Eduardo De Filippo, es Totó, es Raffaele La Capria y Matilde Serao, Napoli es el canto de las sirenas para Homero y el filosofar de Gianbattista Vico, es Lo cunto de li cunti de Gianbattista Basile. Nápoles es vientre y cabeza, pasión y sangres… hijos de soldados norteamericanos negros que hablan el dialecto de su madre, una Esposito, lustrabotas neorrealistas e scugnizzi (yocallas) prontos a todos como en una Gomorra, a la cual Roberto Saviano supo añadirle la sal popular… la sal de su plebe. Nápoles es Goethe que después de haberla visitado exclamó: “Vedi Napoli e poi muori”.
Octubre 2017


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