Tuesday, February 13, 2018

Tiquipaya: Las flores del MAS


GUIDO ROBERTO PEREDO MONTAÑO

Desde tiempos inmemorables Tiquipaya fue proveedora de legumbres, hortalizas y flores a la ciudad y a los centros mineros, tal como reza nuestra sacrosanta cueca. Los historiadores desgranaron nuestro pasado de forma mágica. Somos agricultores desde tiempos milenarios y gracias a la tradición oral, pasada de generación en generación, los habitantes desarrollaron  habilidades en el manejo del recurso agua en toda su dimensión.

Nuestra historia es inseparable de los ríos y esta relación con la lluvia siempre fue más mágica que trágica. Las acepciones toponímicas no dejan para la duda. El significado de Tiquipaya varía en dos rasgos lingüísticos- culturales. El Aymara lo define como ¨Pueblo-planicie en medio de ríos¨: aunque a los tiquipayeños nos gusta la visión quechua, ¨pueblo donde abundan  flores¨.  

Nuestra vida social y económica estuvo ligada al manejo del agua, y al uso de la tierra. Hace más de un siglo, había un promedio de 104 pequeñas unidades productivas (familias) dedicadas al cultivo de verduras, flores, maíz, hortalizas y legumbres. Sin olvidar nuestra gran contribución a la producción de leche. El proyecto Misicuni era una gran esperanza para este pueblo agrícola... que irónicamente hoy, pierde su cualidad agrícola-pecuaria.

En el Archivo de las Indias descubrí que los cronistas habían notado que el ciclo de lluvias afectaba el paso de mulas y caballos con granos provenientes de Tiquipaya hacia las minas. La carga y los esclavos (140 tiquipayeños al año eran enviados a las minas) debían pasar temerarios ríos (6 dicen los cronistas) antes de la época lluviosa. El indígena (y nosotros sus descendientes) sabemos que jamás debíamos sembrar, y mucho menos construir refugios o casas a menos de 150 metros del lecho del río.

Por milenios los indios de estas tierras desarrollaron actividades agrícolas sin invadir el pie de cordillera, descubrieron las venas de agua bajo la tierra y aprendieron a hacer uso de ellas. Entendían el ciclo hídrico y hasta hoy Tiquipaya, Colcapirhua y Quillacollo comparten una canal de riego construido, antes del  Incario, que aprovecha(ba) aguas de los rebalces de los ríos para regar sembradíos.

Los  indios  construyeron estanques (K´ochas) al sur del pueblo en Santiaguilla, Sirpita, Kallajchullpa, Apote, Linde y Trojes cuya función era reducir riesgos por inundaciones; pero a la vez almacenar agua para época seca. Los ¨Tiquipayas¨, hace más de 800 años, hacían un manejo sostenible y mucho más responsable de los recursos que los (hoy) alcaldes loteadores.  

Lo que más impresiono a los cronistas fue ver la represa Lagu-Mayu (hasta hoy en uso) por su belleza artesanal, construida, hace por lo menos 900 años, por estos  indios en la cordillera. La Revolución Agraria cambió nuestra realidad, pero el indio tiquipayeño fue siempre una forma de esclavo-agrícola.

Había una época en la cual Tiquipaya era un vergel. Cuando Julio Rodríguez, y mi tío Antonio Berdeja eran alcaldes (1960 y 1970): de niños acudíamos a pescar carpa y trucha a estos estanques y nos bañábamos en los ríos para luego disfrutar de las frutas, siempre abundantes. Teníamos 8 bosques con especies nativas que rodeaban el pueblo, que de a poco fueron desapareciendo por efectos socio-demográficos. Los años 1980 también fueron maravillosos cuando Rubén Saavedra (nuestro Odorico Paraguazú), José Hass y el Tatacura Salomón Romero  mejoraron  canchas deportivas, la escuela, la posta sanitaria e instalaron alcantarillado. Todo fruto del trabajo comunitario.

Recuerda mi viejo (fue alcalde) que a principios de 1974 mi tío Oscar Camacho sugirió pedirle ayuda a Banzer para arreglar el camino Puente Pinto-Cruce Taquiña-Tiquipaya. Los sermones que recibió Banzer de nuestro Tatacura, Romero, hicieron realidad este camino y finales de 1976, por fin teníamos servicio de transporte, un sólo colectivo. Pero aquí el dato. En 1994 formamos la Juventud Ecologista de Tiquipaya, a la cabeza de Marcelo Zavala y plateamos la creación de un Bosque Metropolitano en Villa Taquiña y Ciudad del Niño, para proteger los sembradíos en Trojes, Linde y Sirpita de las riadas y a costo mínimo: pues el Promic, Cordeco y JICA comprometieron su aporte. Pero nos llamaron ¨locos¨. En la era de Lucio Villazón (1995-MNR) se dieron los primeros asentamientos ilegales.

Hasta 1990, en la actual zona en desgracia, había por lo menos 25 pequeños afluentes que alimentaban al Taquiña y muchos ¨desaparecieron¨ en menos de 10 años. Tiquipaya sufrió inundaciones en 1972, 1977, 1980, 1982 y 1993 (apelo a la memoria de mi padre) pero sin sufrir pérdidas humanas.  Ahora entiendo por qué nuestro Tatacura (Romero) llevaba un azadón bajo la sotana y no una biblia.

Hemos lidiado con riadas toda nuestra vida y debemos ser el único pueblo del país, donde sus pobladores construyeron toda la infraestructura básica con picota y pala propia. Pero también somos el único pueblo que sufre un desastre provocado por sus propios hijos. Cuando era chango, las familias acudíamos obligatoriamente a construir defensivos, gaviones artesanales, a estos ríos. Le llamábamos domingo de Reparo.

El olor de nuestras flores volverá a los mercados, pero este ´ramillete de claveles´ que nos ha traído el rio Tika-Katu (Taquiña) es responsabilidad de las dos anteriores gestiones del MAS. Se estima que 7 billones 675 mil dólares, movió el mercado de tierras (irregulares) en Tiquipaya (en solo 5 años) y alguien debe explicar dónde fueron a parar más 1 millón de dólares que los vecinos, en la zona en desgracia, pagaron para que las autoridades se hagan ¨a la vista gorda¨. Si el río suena, es porque piedras trae. 


Guido Roberto Peredo Montaño es Periodista y Sociólogo tiquipayeño.

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De URGENTEBO, 11/02/2018

Fotografía: REUTERS/Danilo Balderrama

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